Dr. Jaime Chalita Zarur | 04/10/2020 | 10:34
Los secuestros, estamos acostumbrados a sufrirlos por la sustracción violenta y en contra de la voluntad de las personas. El Estado se muestra frío ante este flagelo y, no solo esta administración, igualmente las anteriores. La impunidad nos tiene atados; a los delincuentes se les deja ir y a las víctimas cuando se defienden se les hacen cargos y, con ello sufren su tragedia de injusticia.
Este es el mundo bizarro. Difícil sería imaginar que existe otro tipo de secuestro y, que este mismo, se pudiese convertir en Crimen de Estado. Hoy más que nunca la libertad de ser y estar, está por debajo y sujeta, de una transformación que no aterriza y mucho menos nos eleva a la competitividad internacional, en cualquier sentido.
Quien pude cargar una pena tan grande como haber perdido un hijo o, hija. Quien puede vivir o, sobrevivir a tan grande dolor, y a pasear de ello, dejar la comodidad de sus hogares, tomando las calles y pasando inclemencias del tiempo, para manifestar como sangra su herida mortal, pero que ella misma les da vida para seguir en su lucha, la que debería de ser de todos. Así han quedado 43 familias mexicanas en la desesperación de encontrar a quienes faltan en el seno de sus familias.
Los 43 estudiantes de Ayotzinapa, han cumplido ya seis años de aquella tragedia que ha hecho sufrir y, lo siguen haciendo. Familias enteras que fueron destrozadas a expensas de la brutalidad humana. Caminando de un lugar a otro, de una oficina de gobierno a otra, buscando explicaciones del Gobierno Federal pero, igualmente de equipos de trabajo propios y extranjeros, especializados en el tema de las desapariciones forzadas de las personas.
Han pasado ya seis años de peregrinar de un lado a otro sin respuesta y satisfacción de el que, como, realmente en donde y quienes, hicieron que aquella tragedia enlutara a nuestra Patria.
Las condiciones en las que han estado las familias de los desaparecidos, han sido de vergüenza. Personas que han estado, aparte de vivir tal sufrimiento, abusadas en su tiempo, en su dinero y en su dolor, caminando de un lado a otro y exigiendo encontrar verdaderamente que paso esa terrible noche. De esta manera, se han convertido, todas estas familias, en rehenes del poder.
Así, el poder político, no ha querido resolver este tema de fondo y de una vez por todas. A quien creer cuando estos temas están en las manos de enemigos políticos y administran el dolor y las esperanzas de quienes sufre. No dan una explicación clara, y si, especulan con el dolor de los demás, con tal de afectar a los propios enemigos políticos y, sin realmente interesarse por ellos. Eso no es legal.
El Presidente de la Republica Mexicana, ha expresado, que fue un crimen de Estado y ofreció públicas y oficiales disculpas en nombre de su administración, así se expresó el día 26 de septiembre, frente a las madres y padres de estos estudiantes.
Él verdadero crimen de estado es el engaño en el que se mantiene a los padres y madres que han sufrido todos estos años en el uso faccioso de manipular las investigaciones, de no dar clara respuesta a quienes son madres y padres de aquellos jóvenes estudiante que, simplemente desaparecieron.
El poder y el dinero para encontrar la verdad es sólo del Estado. Imposible para nadie más. Las instituciones tendrían que haber dado respuesta ya, no es así. Se alimenta la esperanza de vida a expensas del dolor de las familias y ... en un año preelectoral se ganan a la mala votos de esa esperanza.
Si existen otro tipo de secuestradores: son ellos. Si existe otro tipo de mantener a las personas atadas a una esperanza que no llega y a seis años de no saber de los estudiantes, las familias, aún en la última esperanza, no reciben respuesta.
El secuestró está ahí. Mantener a una o, varias personas, en una esperanza que no llegará porque, sirve para vencer enemigos políticos y desde luego, para procesos electorales, lo que, debería ser castigado con cárcel.
@jaimechalita
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