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Homilía dominical: Si quieres la salud, decídete a perdonar

Pbro. Lic. Salvador González Vásquez | 13/09/2020 | 03:59

El hombre, es el único ser que se daña a sí mismo. Éste es un misterio, difícil de entender. 
 
Porque todos los seres vivos tienen un instinto de conservación; pero parece que en el hombre, hay un instinto de autodestrucción. 
 
Tal vez, el daño causado a otro tenga  lógica; pero dañarse a uno mismo, es algo inexplicable. 
 
Los enemigos, son inevitables; y entre más cerca, más peligrosos. Pero el peor enemigo, es el que llevamos dentro. Y tú mismo, puedes llegar a ser tu peor enemigo.
 
Hay enemigos, que nos dañaron en un determinado momento; pero nosotros, hemos venido arrastrando ese daño, hasta el día de hoy. Y eso, es lo peor que podemos hacernos. 
 
Alguien dijo: “Lo que no es en tu año, no es en tu daño”. El enemigo nunca pensó lastimarnos por tantos años. Somos nosotros, los que hemos venido prolongando ese mal.
 
Ya lo dice el libro del Eclesiástico: “Si un hombre le guarda rencor a otro, ¿le puede acaso pedir la salud al Señor?”.(Sir.27).
 
No retengas el daño que te han hecho. Porque el daño retenido, contamina el alma; y acaba por dañar tu salud.
 
Por eso, si quieres estar sano, suelta todo lo que te lastima; y empieza por romper  con tu pasado doloroso. 
 
Cierto es, que no es fácil otorgar el perdón y reconciliarse con el pasado. Pero no hay que olvidar, que cuando no hay perdón tampoco hay plenitud de vida.
 
Si no puedes perdonar, pídele a Dios la fuerza  para hacerlo. 
 
Y esfuérzate en soltar lo que te lastima; no te sigas dañando con un mal que ya pasó.
 
Vive tu presente, porque éste, es con lo único que cuentas.
 
Pbro. Lic. Salvador González Vásquez
 
 
 
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 18, 21-35
 
En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó:
 
«Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?».
 
Jesús le contesta:
«No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por esto, se parece el reino de los cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus criados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El criado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo:
“Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo”.
 
Se compadeció el señor de aquel criado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda.
 
Pero al salir, el criado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba diciendo:
“Págame lo que me debes”.
 
El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo:
“Ten paciencia conmigo y te lo pagaré”.
 
Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
 
Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido.
 
Entonces el señor lo llamó y le dijo:
“¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo rogaste ¿no debías tener tú también compasión de un compañero, como yo tuve compasión de ti?”.
 
Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
 
Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».