Una especie de rebeldía inconforme -quizá debí escribir inconforme rebeldía- impregna de hartazgo casi todos los segmentos de la población de México, ante la serie de sucesos que han paralizado al gobierno en todos sus niveles a tal grado que la incógnita más destacada hoy es contenida en la siguiente interrogante: ¿De qué irá a informar el presidente Andrés Manuel López Obrador el lunes próximo?
No solo el presidente enfada con sus desplantes y desvíos de la atención pública a cada momento. Sus adversarios también sufren los embates oficiales. Lo más reciente involucra a periodistas y publicaciones que atienden el interés de la gente en torno de asuntos tan diversos como la salud y la política, haciendo eco de las consideraciones inconformes con el desempeño gubernamental. En Jalisco y Nuevo León, gobernados por políticos de diverso pensar al mandatario federal, la inconformidad se expresa de muchas y muy diversas maneras.
El fondo de esa rebeldía inconforme es que los tres niveles de gobierno ya encontraron la forma de incumplir sus obligaciones de gobernar sus respectivos ámbitos y han antepuesto explicaciones que antes no tuvieron valor: la falta de dinero. Eso finca la demanda de un nuevo pacto fiscal entre entidades y federación, ante lo cual la presidencia de la república contesta que se puede revisar todo lo que quieran, dinero no hay.
Si ante la demanda de obras federales en los estados la reacción presidencial ha sido la detonación de escándalos políticos como el enjuiciamiento de los expresidentes de la república, algo que podría suceder a contrapelo de la disposición de que nuestras leyes no son retroactivas, especialmente cuando han concluido los plazos para responsabilizar a alguno, excepto en el caso del propio mandatario mexicano, la gente estima que se trata de un engaño que al final no arrojará el encarcelamiento de nadie porque los ex mandatarios tienen defensores y argumentos de calidad.
Someter a la consulta popular la decisión de aplicar la ley o no, quiere hacer aparecer como si fuera el pueblo mexicano contra los exmandatarios, mientras el presiente actual se deslinda.Creo que la equivocación es mayor y fundamental. Pero el ejemplo puede servir para luego. La demanda popular de la atención médica de niños con enfermedades graves, la falta de medicamentos en los hospitales, la situación económica en caída libre desde hace dos años, así como los constantes conflictos con partidos, periodistas, publicaciones y empresarios, podría resolverse con la encuesta que representa una elección en 2021, por una razón muy sencilla: en este caso la población sí tiene constancia de lo que pasa, en los escándalos políticos las pruebas de la corrupción, aunque creíbles, son endebles.
Pero mientras la discusión se prolonga al tiempo que se complica, una exigencia popular permanece insatisfecha y motiva la rebelde inconformidad.
Las obras gubernamentales, en los tres niveles de gobierno, son pocas o inexistentes, no se resuelven los problemas del empleo, no se garantiza la salud pública y la pobreza se extiende a lo largo y ancho del territorio nacional. La inseguridad pública es la cereza del pastel y el hartazgo popular se agría y enérvese.
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