Miguel Ángel Guerrero | 13/07/2020 | 18:23
Del inicial desdén a la peligrosidad que representaba la aparición del coronavirus en San Luis Potosí ya hace cuatro meses llegamos en ese lapso a estar bajo su amenaza de muerte, lo que miles de potosinos, como al principio siguen viendo como algo difícil de que llegue a ocurrir con todo y que a lo largo de ese periodo de azote de la enfermedad se han acumulado 286 defunciones causadas por su ataque cifra que, a como van las cosas, no tarda en llegar a los 300.
Allá por el 13 de marzo, el ahora llamado covid- 19 llegó silenciosamente como un fenómeno traído de China que pocos pensaban vendría a causar tantos estragos en la salud de la gente por su fácil contagio mortal, de tal suerte que obligó a las autoridades de salud a imponer el confinamiento en los hogares como medida extrema de contención así como a dictar medidas sanitarias encaminadas a frenar la velocidad de su propagación que con el paso de los días los miles de escépticos ignoraron olímpicamente contribuyendo al acelerado aumento de casos positivos y al paulatino aumento de número de defunciones a varios de los que no pocos que desairaron las medidas sanitarias todavía siguen llorando en el lamentable desenlace de esa larga crónica de irresponsabilidad social.
Pero, no se olvide que el virus causó daños únicamente en el renglón de la salud pues también orilló a la paralización de todas las actividades productivas como medida para contener los contagios en una labor que el gobierno estatal, es de reconocerse, debió emprender casi sin ayuda del federal por lo que se vio empujado a acudir a la creatividad como fórmula para salir delante de lo que surgió la reconversión hospitalaria y los ajustes presupuestales para sacar los fondos que se requería para el pago de los gastos en esa lucha que ya ha consumido 425 millones de pesos de las arcas estatales.
Lo malo, es que a pesar de que ya van cuatro meses de duración de esta infernal pandemia en SLP no se ve que la gente ya se haya sensibilizado respecto de su mortal peligrosidad desde el momento en que no dejan de presentarse aglomeraciones de personas sin la elemental protección como es el cubrebocas de lo que un claro ejemplo puede ser el tianguis dominical de las vías o las calles del centro histórico.
A pesar de que el estado está en el olor naranja del semáforo epidemiológico, signo de que se ha avanzado en el combate al mal tampoco dejan de presentarse síntomas de la irresponsabilidad generalizada lo que supone un dique aparentemente insalvable para alcanzar el color verde y dar lugar a la liberación total de todas las actividades en una desafortunada muestra de que poco hemos aprendido en estos cuatro meses de pandemia por el covid que, por lo mismo, parece que va para largo.