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Hasta cuándo daremos fruto (Homilía Dominical)

Pbro. Lic. Salvador González Vásquez. | 12/07/2020 | 03:16

No esperemosel ocaso de nuestra vida, para empezar a dar frutos.  Hay que dar señales de vida, y desde hoy, hay que comenzar aflorecer.

Porque si estamos en este mundo, es para dar nuestros frutos. Ya que estamos aquí, para hacer algo por los demás.

Y la vidallegará a  su esplendor, cuando empecemos aflorecer dando frutos; porque si no es así, seremos como un árbol seco.

No hay que volver a Dioscon las manos vacías. Porque después de este mundo, lo único  que cuenta es   lo que hayamos hecho por el prójimo.

No dejemos pues, que senos vaya la vida, esperando a que los demás hagan algo por nosotros; hagamos nosotros, algo por los demás.

Ya  lo dice Isaías: “…así será mi palabra, la que sale de mi boca: no volverá a mi sin resultado, sino que hará mi voluntad y cumplirá su misión”(Is.55,11).

Venimos a este mundo para cumplir una misión. Y no nos iremos de aquí, hasta que no se vean los resultados.

Pidámosle a Dios, que nos ayude a descubrir, cuál es la tarea que nos toca desempeñar en esta vida. Para que al final de nuestra existencia, podamos encontrarnos en paz, al haber cumplido con la misión encomendada.

Pbro. Lic. Salvador González Vásquez.

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Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 13, 1-23

Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al mar. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó y toda la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló muchas cosas en parábolas:
«Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, una parte cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y como la tierra no era profunda brotó enseguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otra cayó entre abrojos, que crecieron y la ahogaron. Otra cayó en tierra buena y dio fruto: una, ciento; otra, sesenta; otra, treinta.
El que tenga oídos, que oiga».
Se le acercaron los discípulos y le preguntaron:
«Por qué les hablas en parábolas?».
Él les contestó:
«A vosotros se os han dado a conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no.
Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumple en ellos la profecía de Isaías:
“Oiréis con los oídos sin entender; mirareis con los ojos sin ver;
porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos;
para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón,
ni convertirse para que yo los cure”.
Pero bienaventurados vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen. En verdad os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.
Vosotros, pues, oíd lo que significa la parábola del sembrador:
si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino.
Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que escucha la palabra y la acepta enseguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, enseguida sucumbe.
Lo sembrado entre abrojos significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas ahogan la palabra y se queda estéril.
Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ése da fruto y produce ciento o sesenta o treinta por uno».