Es bien sabido que las encuestas representan una fotografía del momento, ¡ah! pero cómo ayudan cuando vas arriba y cómo desinflan el ánimo cuando vas abajo. Fueron herramientas muy socorridas en años pasados y justo ahora reaparecen para aderezar la contienda electoral venidera.
El Presidente López Obrador ha reiterado que su gobierno no paga para realizar encuestas, pues los recursos dice, son para otros fines más terrenales. Pero claro que al tabasqueño le gusta tener las mediciones cada mañana en su escritorio y hacerlas públicas solo cuando esos datos coinciden con su visión de las cosas.
Así, en lo que va del año han desfilado mediciones variopintas que lo mismo miden la percepción ciudadana sobre la atención que han dado las autoridades a la pandemia de coronavirus, que las preferencias electorales en las entidades del país. Un dato es cierto: la acción de gobernar trae consigo un desgaste natural y más cuando se acercan las elecciones.
Todo es percepción y como tal, todo es muy volátil. Prueba de ello son los altibajos que se presentan cada 24 horas en el nivel de popularidad presidencial. Un día sí y el otro también el Ejecutivo reciente los efectos de cada decisión y declaración ante la prensa.
El partido gobernante no se salva y vive su propia guerra intestina. Por un lado los cuadros morenistas se alejan del Presidente de México debido a los destellos de corrupción y pugnas multiplicadas; pero también la marca Morena ya no es lo de antes, y hoy hay quienes dicen que más que sumar, resta puntos a su líder moral.
Con la ventaja que dan los millones de votos derivados de los apoyos gubernamentales, en Morena sobra la confianza de cara a la elecciones del 21. Sin embargo el descontento social se ha incrementado y la sorpresa puede estar esperando a la vuelta de la esquina.
¿Cómo pesarán en la boleta los escándalos de Yeidckol Polevnsky? ¿De qué tamaño será el boquete en la popularidad de López Obrador? ¿A cuántos mexicanos decepcionó la cuatroté?
Para el próximo año, el gobierno se alista para cobrar de vuelta las carretadas de dinero público entregadas con nombre y membrete. “Si quieres que esto siga, ya sabes por quién debes votar”, será la consigna. Pero apostar a que el voto en cascada hará de nuevo su aparición puede ser su perdición: se pueden tener ilusiones pero no pecar de ilusos.