El principal problema de las fake news es que su difusión no solo engaña a la ciudadanía, también envilece la ya de por sí ríspida política nacional.
¿Y qué pasa cuando éstas son generadas por el Presidente de México? Cuando los señalamientos sin pruebas vienen desde el poder y se esparcen de forma vertical sin pudor alguno.
Eso pasó en días previos con la aparición en la agenda de un Frankenstein llamado Bloque Opositor Amplio (BOA). Una especie de villano malvado que por obra de la causalidad fue descubierto para inaugurar el inicio informal del proceso electoral.
Fue una mala broma generada desde las oficinas de Palacio Nacional, que tuvo paradójicamente, peores repercusiones hacia el interior del gobierno que contra los propios aludidos.
Parecía ser la primicia del nuevo show de Epigmenio Ibarra, uno en donde los malos se unen para derrocar a quien, de entrada, parecía ser el héroe de pueblo.
Una vez avanzada la obra se descubrió el verdadero papel del protagonista y la historia dio un giro radical. Así el famoso BOA inspiró más chistes que confrontaciones, evidenciando la urgencia de contrapesos ante los disparates cada vez más recurrentes de la mañanera.
Existe un doble reclamo al Ejecutivo, ya que por un lado es el propio Presidente quien esparce rumores falsos y al mismo tiempo, aclama un cese al fuego de los bots, que por cierto, en gran mayoría pertenecen a sus huestes.
Decir mentiras es grave, difundirlas como si fueran verdades es aún peor. Señalar sin pruebas que ciertas personas e instituciones forman parte de un plan tipo pinky y cerebro para derrocar a la cuatroté es demostrar muy poca imaginación. ¿Acaso hay quien crea que necesitan ayuda? Si la caída en picada parece ser un camino aprendido para Morena. Al tiempo.