Pedro Cervantes Roque | 04/06/2020 | 17:43
El presidente López Obrador contestó de manera interesante una de las preguntas que se le formularon en la mañanera de ayer. Los mentirosos, los rateros y los traidores podrían enfrentar al coronavirus con mayores riesgos que quienes no lo son. Menudo lío se ha desatado a partir de sus palabras entre quienes buscan en las expresiones presidenciales el rigor de un académico de la lengua, y quienes creen entender un mensaje de profundos significados contenido en las palabras del mandatario.
López Obrador se refirió a un estado de conciencia tranquilo, cuyo significado se respalda en la creencia de que un estado en esas condiciones fortalece al sistema inmunológico del ser humano. De esa forma, la persona estaría mejor preparada para luchar contra un virus cuya letalidad no está por encima del rango que otras infecciones tienen en las personas que las padecen.
Claro, los intérpretes de los signos y los símbolos de la política no encontraron en la respuesta presidencial un motivo que satisfaga sus exigentes reclamos de información cierta, precisa y valedera acerca de una pandemia que nadie acaba de dominar y que no ha permitido el conocimiento suficiente a los médicos tratantes ni a los científicos que buscan desesperadamente una solución que ponga fin a tan enorme desbarajuste.
Pasa pues, que si la comunidad científica mundial no acaba de conocer con exactitud cuáles son las posibles soluciones, es porque son más las ignorancias que las certidumbres de los males que provoca el CIVID 19. Y si en el máximo nivel de la ciencia no se ha encontrado una cura milagrosa para limitar los efectos de la enfermedad producida por el virus, eso quiere decir que el común de los mortales no tiene opciones frente a los riesgos de un contagio.
Si las medidas de prevención se relajan, seguramente eso nada tendrá que ver con los estados de conciencias limpias, ni con el sentido de justicia que parece atribuírsele al virus sino con la irresponsabilidad colectiva de no atenerse a las recomendaciones médicas de guardar confinamiento, de respetar una sana distancia entre personas, al uso de cubrebocas, al aseo frecuente de manos y objetos que usamos cotidianamente. Todo eso con el fin de evitar un contagio posible.
Más de cien mil casos en el país y haber rebasado la cantidad de diez mil fallecimientos a causa de los males provocados por el COVID 19,son las cifras que preocupan a académicos, profesionistas y políticos porque de seguir el ascenso como va, no habrá equipos suficientes para atender los casos que se presenten. El cuerpo médico nacional, que atiende los casos en hospitales públicos o privados, realiza la humanitaria tarea de aliviar los males que aquejan a sus pacientes. No tienen tiempo de análisis de la pandemia, ni de valorar y comparar las cifras de una tarea que los tiene sin posible comparación sobre el resultado de su trabajo.
Pero hay áreas administrativas que analizan los operativos que en la práctica realizan las áreas vinculadas a la atención de los pacientes. No es una tarea menos delicada que la de atender a pacientes, sino –por el contrario- es preciso aplicar conocimientos vigentes e imaginar posibles opciones de alivio, porque lo esencial de esta pandemia no es del dominio de la humanidad en este momento.
Si no tenemos un panorama completo del virus, su comportamiento y nadie ha encontrado todavía una vacuna para prevenir el contagio, es realmente muy poco lo que se puede hacer.Admitiendo que son más grandes las ignorancias que esta pandemia ofrece, que los tiempos no atienden a la emergencia sino al cumplimiento de protocolos científicos que aseguren a la humanidad una prevención segura y quizá una cura esperanzadora; nos quedamos, digo, sin razones para la discusión, pero he de admitir que la ignorancia es muy mala consejera en procesos pandémicos como el que nos ha tocado vivir ahora.
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