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Narcoviolencia

Jorge Fernando Canseco
Plano Informativo | 15/05/2007 |

 

La violencia recorre, a lo largo y ancho, el país. Y la violencia se ha desatado tan pronto como se introdujo al Ejército Mexicano en un ámbito que corresponde a todas luces a la policía.

 

Esta observación es válida. Basta con dar seguimiento histórico a los hechos de violencia, de creciente violencia. También hay que recordar por qué se ha llamado al Ejército a combatir el crimen organizado: por la creciente corrupción en las corporaciones policiacas, incluso, en los altos mandos.

 

¿Debe el Ejército continuar realizando la tarea que le corresponde a la Policía? Hay quienes dicen que no. Que el sacar al Ejército de los cuarteles ha sido un grande error pero, ¿es un error?

 

La cronografía de la violencia desatada por el narcotráfico da cuenta de cómo el narco infiltró a la policía y no al revés; de cómo la policía se puso al servicio del narco, vendiéndole protección… e información.

 

Recientemente hemos conocido cómo se ha procedido al desarme y arraigo de corporaciones policiacas enteras, como las corporaciones de las policías preventivas municipales en los estados dominados, a plenitud, por el narcotráfico: estados que se clasifican como narcoagrícolas, narcolaboratorios; de tránsito y mercadeo y refugios o santuarios.

 

Pero también hemos escuchado que al menos un grupo de sicarios, Los Zetas, habrían pertenecido a un cuerpo especial del Ejército Mexicano conocido como GAFES.

 

A los narcos, se les han unido otros ex militares, incluso entrenados en supervivencia por la Escuela de Las Américas de los Estados Unidos, como los temibles Kaibiles guatemaltecos, y pandilleros violentos, salvajes, como los denominados Maras.

 

También se han sumado a los narcos personajes públicos: políticos de altos vuelos, abogados, agentes del Ministerio Público, algunos jueces, alcaides penitenciarios… que les permiten ampliar su radio de acción en el “negocio” que consiste en sembrar, tratar, purificar, fabricar, empaquetar, comercializar la droga, por una parte y, por la otra traficar armas, traficar influencias y promover secuestros, ejecuciones…

 

Esta es la razón por la que se ha llamado al Ejército. Pero el Ejército no está siendo apoyado por el gobierno federal, como debiera. La inteligencia policiaca no parece estar operando, como si la elite policial también estuviera contaminada por el crimen organizado, de modo que el Ejército actúa, hasta cierto punto, como una fuerza ciega, como una fuerza de reacción.

 

De allí que no se haya, ni con mucho, desmantelado a los cárteles; se han incautado cargamentos, se han descubierto casas de seguridad, se han capturado armas, transportes, sistemas de comunicación e, incluso, fuertes cantidades de dinero… pero la estructura de los cárteles se encuentra intacta. El poder económico sigue fluyendo, sencillamente porque no se han atacado sus fuentes más importantes (más importantes aún que el recurso directo de los consumidores): el dinero de los grandes y extendidos negocios que actúan como fachadas, como lavaderos y que se encuentran en cualquier parte, en cualquier país, en cualquier giro, incluso en las campañas políticas, de este y otros muchos países, pero particularmente en los Estados Unidos.

 

Al Ejército lo mandan al combate frontal, sin mayores apoyos, ya se ve. La inteligencia policiaca, se ve también…parece trabajar para el bando contrario.