Pedro Cervantes Roque | 24/04/2020 | 14:12
LAS LIMITACIONES IMPUESTAS por los riesgos sanitarios que enfrentamos, nos han causado efectos diferentes. Desde la impresión de peligro de resultar contagiados quien sabe cómo, porque a fin de cuentas no existe certeza de cuáles son las vías de acceso que nuestro organismo le ofrece al coronavirus, hasta los pesares por una crisis económica que nos cae encima fatalmente pero de manera tan lenta que lo que hoy teníamos llegó a valer menos cero y, con venderlo, le debíamos al eventual comprador.
ES DECIR, HOY TENEMOS QUE enfrentar una crisis sanitaria y una crisis económica sin tener la más remota idea de cuáles serán las soluciones que en el corto plazo nos saquen del atolladero. Si, además, los mexicanos hemos de soportar la incertidumbre de un gobierno federal que se confunde a cada paso, que dice aceptar la crítica pero la enfrenta con ofensas y descalificaciones, que procuró un cerco de falsos periodistas para repicar con alabanzas el que todavía -un año y medio después de su arranque- no entrega su primera obra o cumple su primera promesa de campaña. Entonces vemos crecer el panorama de sombras y neblinas hacia el futuro.
DEBE SER METÓDICO EL ANÁLISIS de nuestras realidades. Sin el juicio sereno de los aconteceres de hoy en día, no se puede llegar a conclusiones útiles para resolver algo. Si después de enterarnos de las fórmulas matemáticas que permitieron saber dos cifras para calcular el potencial de contagiados en México, lo difícil es que podamos estimar también si son muchos o pocos los recursos hospitalarios que se han preparado para atender la etapa 3 de la contingencia, porque, para colmo, los casos extremadamente graves no tienen otra opción que el uso de respiradores artificiales que mantengan con vida al enfermo. No hay cura, pues.
LA SITUACIÓN ES conmovedoramente alarmante luego de que uno se entera del contagio que han sufrido los trabajadores de la salud, con casos extremos como el del hospital de San Luis Río Colorado, Sonora, cuya plantilla de médicos, enfermeras y personal de apoyo se contagió y como consecuencia el hospital tuvo que cerrar. Es posible que, estando en las manos del acaso, tuviéramos la suerte de abatir el crecimiento de esos casos mediante la fórmula más sencilla que hasta hoy se conoce: quedarse en casa.
SIN EMBARGO, AQUÍ ES DONDE empieza la crisis económica. Ninguna teoría económica es capaz de ofrecer una opción segura, si la fuerza productiva laboral permanece encerrada. La presencia física del trabajador es tan importante como la calidad de las máquinas y herramientas con que se trabaja en las plantas que hoy están obligadamente cerradas. El empresariado mexicano considera que debe de haber un plan de emergencia económica pero no encuentra apoyo alguno en el gobierno federal, más por razones políticas que por causas económicas. Es aquí donde el gobierno se confunde y complica las cosas.
DENTRO DE POCOS MESES, SI LA situación sigue delicada, habremos de estar a expensas del infortunio. Es evidente que esta es la peor forma de que el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador enfrente la crisis que ya tiene a las puertas del palacio nacional, luego de que los precios petroleros bajaron del cero y comenzaron a invertir los valores de nuestro recurso natural más esperanzador. Nadie tiene en sus manos la mejor hipótesis para poner en práctica las medidas que lleven a la administración pública por el camino de la salvación.
Y ES AQUÍ DONDE EL GOBIERNO se vuelve a equivocar y a demostrar confusiones. Las recomendaciones más sensatas han sido propuestas por mexicanos que gozan de los mismos derechos, privilegios y obligaciones que todos los que forman parte de las redes de prosélitos que complican la atmósfera palaciega y dividen todo para engendrar más problemas, para potenciar el fracaso. En tiempos de unidad, no se puede admitir la descalificación y el reparto de acusaciones perdiendo tiempo, esfuerzo y dinero.
EL DESTINO DE MÉXICO ESTÁ EN las manos de todos, pero no sabemos cómo hacerle.