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Viajes al Ártico y la Antártida

Agencia | 07/04/2020 | 01:00

Viajar por primera vez al polo norte o al polo sur nos puede hacer caer en el error de pensar que una travesía a la Antártida puede ser sustituible por un viaje al polo norte. No hay nada más lejano de la realidad, pues ambos son sumamente distintos.

 

El ártico es un océano congelado rodeado de tierra, que se encuentra dentro de los límites del círculo polar ártico e incluye regiones de Rusia, Alaska, Canadá, Islandia y Noruega entre otros. Mientras que la Antártida es un continente rodeado por un océano que está conformado por las islas Georgia del sur, las islas Sándwich del sur, las islas Órcadas del sur, las islas Shetland del sur y el continente Antártico.

 

Hay mucho más que largas extensiones de blancura o bajas temperaturas en los polos. El paisaje, fauna y las posibilidades son diferentes dependiendo de qué queramos experimentar. Si quieres ver pingüinos, solamente los encontrarás al sur del Ecuador, mientras que en el Ártico podrás encontrar osos polares, morsas y bueyes almizcleros.

 

Los seres humanos han habitado el Ártico durante 4,000 años. En la Antártida nunca ha existido una población indígena; la primera constancia que tenemos de que las personas la hayan pisado es de tan sólo hace 200 años.

 

Es difícil encontrar parajes tan remotos como los que se extienden por las heladas tierras de los polos y cada uno tiene sus propios misterios, pero ¿qué podemos encontrar en cada uno?

 

El Ártico: la última frontera

 

Desde que el polo norte fuera pisado por exploradores allá por los años 20 del siglo pasado, ese lugar ha despertado la ambición viajera de muchos de nosotros.

 

El polo norte el punto más septentrional de la Tierra y define la latitud 90° norte. Se encuentra situado en medio del océano Ártico, que permanece parcialmente helado a lo largo del año. Esta característica ha hecho que no se haya podido levantar estación estable alguna sobre su territorio, a diferencia de lo ocurrido en el polo sur, donde sí existen.

 

Los viajes al Ártico consisten en tres tipos: alrededor del océano Ártico a bordo de un barco rompehielos, con inicio en Murmansk y fin en el Ártico canadiense o Alaska; alrededor de Spitsbergen, la isla más grande del Archipiélago Svalbard, y hacia Groenlandia.

 

Los paquetes turísticos que ofrecen las operadoras proponen viajar en barcos que llegan hasta las inmediaciones del casquete polar, desembarcando normalmente en lanchas neumáticas que permiten a los viajeros poner su huella en las nieves eternas.

 

Una de las propuestas es la de navegar en un rompehielos movido por energía nuclear (no apto para ecologistas) que sólo organiza dos trayectos al año. El viaje incluye vuelos en helicóptero (sí, el barco lleva uno a bordo) e incluso la posibilidad de sobrevolar el norte en globo aerostático. La operadora promete el avistamiento de osos polares, ballenas e incluso los míticos narvales. Un viaje para planteárselo una vez en la vida, ¿no crees?

 

Son muchas las empresas especializadas que llevan a los viajeros a las heladas planicies árticas. Lo mejor es ir en verano (junio, julio y agosto), cuando las temperaturas “sólo” rozan los cero grados. Eso sí, no hay que ir con esperanzas de tomar el sol, ya que desde que se realizan los registros nunca se han constatado temperaturas superiores a los 5 grados.

 

No es una travesía precisamente barata (puede alcanzar y superar los 30,000 euros), y tal vez en otros lugares haya más para ver… Pero, ¿quién se resiste a la atracción de lo más lejano?

 

Si tenemos suerte, disfrutaremos de una aurora boreal, uno de los fenómenos naturales más espectaculares de los que se pueda ser testigo. Pero sólo el hecho de pisar un lugar tan mítico suele ser una gran recompensa para cualquier trotamundos. Muchas personas aprovechan para probarse a sí mismas y para aprender técnicas de supervivencia básica, así como para conocer las formas de la flora y la fauna. Los amantes de la fotografía descubrirán formas y colores nunca antes vistos

 

Viajar al polo sur: tierra de aventuras

 

Cuando nos preguntan por qué ir a la Antártida, no existe una respuesta única, sino una docena. Se trata de un destino turístico mágico que alimenta la imaginación y enciende la sangre. Literalmente, cada momento es una oportunidad de aventura, descubrimiento y emoción.

 

Para el viajero que aprecia vistas únicas y terrenos poco usuales, la Antártida no tiene igual. Es un lugar espectacular donde el cielo, el hielo y el mar se combinan para producir sensacionales efectos de luz, forma y color.

 

Icebergs azul-verdosos del tamaño de una catedral se reflejan en un mar de vidrio. Nubes que se transportan a través del cráter de un viejo volcán… Atardeceres rosados que se extienden y cubren extensos campos de nieve que se estiran hasta el horizonte.

 

En la Antártida hallarás enormes glaciares, bahías singulares y el hielo más limpio; su color va desde el blanco más puro hasta un azul intenso, en función de la incidencia de la luz.

 

Navegando lentamente a través del canal Lemaire o la bahía del Paraíso, rodeados por un bosque de icebergs y acompañados tal vez por ballenas jorobadas, es una experiencia sensacional e indescriptible. Y debido a que las visitas se realizan durante el verano austral, se disfruta del poder y la grandeza de la Antártida de hielo durante la temporada más cómoda. Lo suficientemente cálida como para disfrutar de los alimentos y observar agradablemente sobre la cubierta.

 

Con la casi ausencia total del ser humano, en la Antártida se ha fomentado una de sus grandes atracciones: su vida animal. El viajero compartirá las vistas con docenas de especies únicas, sin temor y sin ser molestadas por su presencia: cientos de miles de pingüinos, focas y aves de diversos tipos. La Antártida es un paraíso para todo aquel que disfruta de la oportunidad de observar y fotografiar vida salvaje desde cerca.

 

Remota, prístina y poco visitada, pide a sus privilegiados huéspedes que se le visite bajo sus propios términos: como exploradores y aventureros. Aunque no se requiere de una condición física determinada, no es un destino pasivo. La naturaleza de la experiencia de la Antártida significa que el viajero disfrutará de una exploración interactiva con un grupo similarmente curioso y enérgico, guiado por veteranos naturalistas en expediciones que acercan a lo increíble. La Antártida le habla al explorador de lo que hay dentro de cada uno.

 

Pese a no estar dentro de la Antártida per se, una visita a Perito Moreno es obligada. Donde estruendosos desmoronamientos de grandes masas de hielo provocan un espectáculo natural que convoca a turistas y locales.

 

El mejor momento para viajar es en la primavera y el verano del hemisferio sur; es decir, de octubre a marzo.

 

Las expediciones operan durante los cuatro meses del verano austral, siendo éste el periodo del año más cómodo para hacerlo, cuando el continente se encuentra en las condiciones más espectaculares. Sin embargo, dentro de este corto periodo, cada mes tiene características especiales. Elige tu salida pensando en las posibilidades.