Martes 29 de Abril de 2025 | Aguascalientes.
espectáculos

Periodista francés baja del pedestal a Marilyn Monroe y a JFK

EL UNIVERSAL | 12/03/2010 |


Es hora “de desmitificar una época”, escribía James Ellroy en América. El periodista francés Francois Forestier se lo toma al pie de la letra para bajar del pedestal a Marilyn Monroe y a JFK, dos “monstruos de egoísmo, de locura, de poder y de dinero”, dijo.

El idilio entre la estrella de Hollywood y el presidente de Estados Unidos lo conoce todo el mundo, pero la relación que mantuvieron durante casi diez años nunca había sido contada en detalle hasta que Forestier la ha puesto blanco sobre negro en el libro “Marilyn y JFK”, de Aguilar.

“Para mí, la historia de amor, si se puede llamar a eso así, de JFK y Marilyn es una historia entre dos monstruos completos, de egoísmo, de locura, de poder y de dinero. Pero por momentos hay pequeños claros en esa noche negra, un poco de humanidad, y es eso lo que me conmueve”, comentó el autor.

Analizados con lupa, estos dos mitos del siglo XX son “patéticos”, señaló el periodista de Le Nouvel Observateur, quien considera, no obstante, que el “patetismo y el absurdo” son los principales ingredientes de la condición humana.

Si algo tuvieron en común Marilyn y JFK fueron “dos malas vidas”, relata.

Ella debutó en un mundo “sórdido” del que nunca saldría. Era una “manipuladora, una perdida, una prostituta”, que se inventó la historia de “niña huerfanita, abandonada y con necesidad de afecto”. En público era “deslumbrante y sexy”, el resto del tiempo era Norma Jeane, “una chica que se desprecia, que no se lava, que se muere del terror incontrolable que le provoca la cámara”.

Él, aquejado del mal de Addison, de su eterno dolor de espalda y de enfermedades venéreas reiteradas, “también estaba como ella cebado con medicamentos”, un médico le inyectaba “anfetaminas a grandes dosis”, tomaba cocaína y probó el LSD, según Forestier.

Un depredador sexual

En la visión de Forestier, Kennedy era, además, un depredador sexual, era el “Speedy González del erotismo”, un “eyaculador precoz”, se pasaba “la mitad del tiempo pensando en mujeres y la otra mitad acostándose con ellas”.

No tenía vocación de servicio, lo único que le gustaba eran los juegos de poder y llegó a la Casa Blanca gracias al dinero de su padre, Joe Kennedy, “un gánster”.

De alguna manera, según Forestier, los dos estaban hechos el uno para el otro y “quizá -concede- se amaron”.

Dividido en dos partes, “El ascenso de Marilyn” y “La ascensión de JFK”, el libro, que contiene “cero de ficción”, comienza con la descripción milimétrica del asesinato de John F. Kennedy en Dallas el 22 de noviembre de 1963 y concluye con la muerte de Marilyn el 4 de agosto de 1962 en Los Ángeles, “como había vivido: a la deriva. Desnuda, con pastillas al alcance de la mano, en una casa vacía, sola”, víctima de una enésima sobredosis de barbitúricos.

Unos dos meses antes, el 24 de mayo, Marilyn había recibido la llamada de Peter Lawford, el cuñado de JFK que lo surte de mujeres de Hollywood.

“Marilyn, sólo has sido un polvo para Jack”, cortó de cuajo Lawford ante la resistencia de la actriz ante la orden de que no debía ponerse más en contacto con el inquilino de la Casa Blanca.

Unos días después, el 8 de junio, fue oficialmente despedida por la 20th Century Fox. Su carrera estaba acabada.

Y el último fin de semana de julio, en vísperas de su muerte, fue violada por uno de los mayores enemigos de los Kennedy, el mafioso Giancana, y por uno de sus hombres. La escena fue fotografiada. Frank Sinatra, iracundo, quemó las fotos con su mechero.

Entre este trágico final y el primer encuentro de Marilyn y JFK sólo habían transcurrido ocho años. Él era un joven senador, ella, que ya era una estrella y una de las mujeres más deseadas del mundo, le deslizó en el bolsillo un papelito con su número de teléfono.

Fue en marzo de 1954. El escenario: una fiesta en casa de Charles K. Feldman, el empresario más famoso de Hollywood. Ambos asistieron con sus respectivas parejas: Marilyn con su segundo marido, el jugador de béisbol Joe DiMaggio, “un personaje débil” que siempre la amaría, y JFK, con Jackie Kennedy, quien “veneraba el dinero”.

La primera cita de este romance la preparó Peter Lawford, "guapo, divertido, encantador, pero mediocre y que siempre vivió a la sombra de alguien".

El primer nidito de amor de Marilyn y JFK fue el Holliday House Motel, en la playa californiana de Malibú.

La última noche juntos la pasaron en el hotel Carlyle, de Manhattan, tras una recepción en casa de Arthur Krim, tesorero del partido demócrata, con la que se cerró la memorable velada en la que Marilyn le cantó el lascivo “Happy birthday” a John Kennedy “The Prez”, como lo llamaba cariñosamente, con motivo de su 45 cumpleaños.

Hubo muchos otros encuentros.

Francois Forestier cuenta, por ejemplo, una cita en la que Marilyn y JFK terminaron desnudos en una bañera de la casa de Pat Kennedy (una de las hermanas del presidente) y el marido de ésta, Peter Lawford. Un instante que captó su cuñado con su cámara fotográfica y en el que ambos miran al objetivo sonrientes.

Esas fotos, de las que existen descripciones de personas que las vieron, fueron de las pocas que escaparon a la operación de “limpieza” ordenada por la familia Kennedy tras la muerte de Marilyn para borrar toda prueba de la relación entre la estrella y el presidente.

Una relación que terminó tras el ultimátum que Jackie Kennedy dio a JFK tras sentirse públicamente humillada por el espectáculo que dio Marilyn en la noche del 45 aniversario de su marido y en el que, según testigos, él no cesó de exclamar: “¡Qué culo, qué culo!”.

Fueron siete minutos de alto voltaje, que entraron instantáneamente en la historia pop del siglo XX, y que una comentarista de la época describió así: “Es como si estuviera haciendo el amor con el presidente delante de cuarenta millones de telespectadores”.

Fue la gota que colmó el vaso de Jackie, a quien JFK había dejado sola en su noche de bodas para estar con una amante y quien estaba al corriente de los múltiples devaneos amorosos de su esposo. “Se acabó la Monroe”, le advirtió.
De lo contrario, habría divorcio y entonces las posibilidades de ser reelegido a la Casa Blanca se esfumarían.
Marilyn, por el contrario, nunca le pidió cuentas. John Fitzgerald Kennedy, tampoco a ella. Por las vidas de ambos iconos del siglo XX pasaron múltiples amantes. En eso también se parecían.