Sábado 18 de Mayo de 2024 | San Luis Potosí, S.L.P.

Doña Amalia, como la Revolución,
cumple 100 años.

Alfonso Álvarez Berrones.
Plano Informativo | 10/03/2010 |

 

Adán y Eva comieron la manzana. Irritado el Señor los expulsó del Paraíso.
Iban muy tristes el hombre y la mujer.
¡Caray! –se afligió  Eva-. ¡Con cuánta dureza nos castigó el Señor!
-Puede hacerlo –razonó Adán-. Es nuestro padre.
-En efecto –refunfuñó Eva-. Si hubiera sido nuestro abuelito no nos habría hecho nada.
(Armando Fuentes Aguirre, “Catón”)


Contar en la vida con una madre se puede considerar un regalo de Dios. Tener una abuelita (lo que les faltó a Adán y Eva para que los apapacharan) es una bendición. Pero contar con una bisabuelita que derrame su amor entre toda la familia casi equivale a tocar el cielo con las manos.

Y con razón,  eso es lo que piensan los hijos, nietos y bisnietos de doña Amalia Cornejo Santana de Cordero, quien aparte de ser testigo del crecimiento de su familia, que en la actualidad llega ya a 54 integrantes, ha recibido otro don a las que contadas personas les concede la vida: Cumplir los 100 años de edad, y llegar a ellos con algunos de los problemas propios del camino andado pero que con una mente lúcida y abierta.

Ella recibe en su domicilio a Plano Informativo para contarnos parte de su vida, dar “el remedio” para que lleguemos a esa feliz edad e incluso para censurar costumbres actuales que en su tiempo no eran del todo bien vistas, sobre todo en familias donde la preservación de valores morales eran la directriz para transitar por el camino recto.

Doña Amalia, una persona de andar pausado, tez blanca, estatura regular y ojos expresivos tras sus anteojos, llega a la cita en la sala de su hogar acompañada de una de sus hijas, María Concepción. Ella le sirve de apoyo en su caminar y tras ayudarla a tomar asiento es testigo de sus palabras, nos auxilia en algunas de las respuestas y con sentido del humor trata de suavizar algunas de ellas sobre las diferencias en el trato interno de las familias de antes y las de ahora.

Nacida en la ciudad de Aguascalientes el 6 de marzo de 1910, doña Amalia, entonces de 2 años de edad llegó a San Luis acompañada de sus padres y hermanos. Por muchos años su papá fue empleado, así como dos de sus hermanos, de la American Smelting Company, mejor conocida como la Asarco y asentada en la fracción de Morales.

Aunque vivió la época de la Revolución Mexicana, doña Amalia recuerda poco o casi nada de esa etapa. “Creo que fui la consentida de mi padre, quien me protegió en esos tiempos violentos y poco supe de la época convulsiva de México”, aunque sí en todos los hogares, y el suyo no fue la excepción, se resintió la estrechez económica que trajo como consecuencia el movimiento armado.

Dada la poca libertad que se daba a las mujeres en esos tiempos, ella estudió solamente la escuela primaria y luego, en casa, cursos de artes manuales. Admite que las cosas ahora han cambiado y ya no es raro, como esa época, que las muchachas alcanzaran a titularse en determinada profesión.

Ya mayor de edad, nuestra entrevistada contrajo matrimonio con don José Cordero Pérez, enlace que considera una etapa de felicidad plena y que duró 44 años, cuando falleció su esposo.

Pero la señora no quedó sola, pues fruto de ese matrimonio nacieron sus hijos José, Ramón Humberto, Víctor Manuel, María del Rosario, María Concepción, María de Lourdes y Silvia Amelia, ya fallecida.

La familia creció y ahora, doña Amalia se ve felizmente rodeada de 6 hijos que aún viven, de 15 nietos y 20 bisnietos que cuando la visitan seguramente la sacan de quicio, pero también le proporcionan una felicidad incomparable.

“QUIEN NO OYE CONSEJO NO LLEGA A VIEJO”
La frase anterior no nos la dijo nuestra entrevistada, pero se considera “una verdad de a kilo” y los abuelos la repetían a sus nietos. Así, doña Amalia nos dice que el secreto para llegar a la centenaria edad es más que nada llevar una vida tranquila, no caer en excesos y disfrutar plenamente de cada momento de dicha que en el camino se encuentre.
Reconoce doña Amalia que los tiempos han cambiado y afirma que antes habían más valores en las familias; en muchos casos ahora no es así. Los padres eran más estrictos con sus hijos y éstos eran obedientes. “Antes con una mirada nos aplacaban, pero ahora son más rezongones. En mis tiempos los permisos para salir a la calle o visitar a las amigas eran muy restringidos, ahora la libertad para los muchachos se ha relajado”.

Admite que si bien ahora las mujeres han alcanzado un punto importante de igualdad en cuanto al hombre, también esto ha traído consecuencias, como que por el trabajo que ahora desarrollan las damas se descuide hasta cierto punto el hogar, el esposo e incluso los hijos. “Las mujeres –dice-, ahora son más rebeldes, pero antes eran más sumisas”, con todo lo que ello implica. “Algunas –ríe-, hasta le pegan al marido”. Aunque luego aclara con picardía que “esos  casos no se dan en mi familia”.

Considera que el amor es fundamental entre las parejas, pero también lo es la comprensión. Cuando ninguna de estas cosas se da, los matrimonios carecen de futuro y terminan pronto y “casos se han visto de separaciones a los 6 meses o menos del enlace; a la primera “truenan”, dice doña Amalia.

Aconseja con los 100 años que le dan una experiencia envidiable, que “hay que tener prudencia para que el amor dure por parte de una pareja, y más en la actualidad en que la vida es más agitada”.
 
Interrogamos a la bisabuelita sobre por qué las mujeres anteriormente tenían mayor número de hijos, lo que ella atribuye a dos factores: 1º., las condiciones económicas de las familias eran diferentes y 2º., el cuidado que recibían las mujeres después de los partos, en lo que se denominaba “cuarentena” eran sumamente estrictos.
 
En lo que se refiere al primer aspecto menciona doña Amalia que en la actualidad las familias se multiplican, pero también sus dificultades económicas. Eso impide que ya no se pueda tener el número de vástagos que se desea, sino que ahora el núcleo se compone cuando mucho de 5 personas y difícilmente la cantidad se rebasa.
 
Por otro lado, dice que antes había mayor cuidado hacia una parturiente. Se le mantenía en sus habitaciones durante 40 días, se le atendía para que sólo saliera del cuarto cubierta de pies a la cabeza y ni pensar siquiera que pudiese salir a la calle.
 
Ahora las cosas cambiaron: cuando una mujer da a luz, no pasan dos ó tres días en que el médico que la asistió en el parto le ordene abandonar por su propio pie la clínica o el hospital, previa orden de que al primer día se bañe y haya caminado por la habitación. Lógico que esto a la larga incide en la resistencia física de la mujer púes “un alumbramiento no es como si se reventara una ampolla”.
 
El cuidado hacia las madres recientes las tornaba en consecuencia más resistentes, “los achaques” eran menos y si a eso se agregaba que la mujeres no fumaran, ingirieran sólo su copita de vez  en cuando y llevaran una vida feliz en sus hogares. Todo conjuntado, hacía que las resistencia física de las personas fuese mayor y doña Amalia es un buen ejemplo de ello.
 
Doña Amalia admite que no todo en la vida es felicidad y como tragos amargos recuerda el deceso de su esposo y posteriormente el de su hija Silva Amalia, golpes durísimos en los que el ser humano no tiene más camino que “aceptar la voluntad de Dios”.
 
Mas a cambio de esas situaciones adversas la bisabuelita dice que el Señor la ha colmado de bendiciones y agradece las bendiciones de sus nietos, bisnietos y particularmente sus hijos, quienes a pesar de vivir en diferentes ciudades nunca la dejan sola. “Se turnan para estar conmigo uno cada semana y en los últimos tres años puedo afirmar que nunca he estado sola”.
 
El pasado día 6 la señora y los 54 integrantes de su familia se reunieron para festejar en grande y merecidamente su primer siglo de vida. Y caray, la ocasión lo ameritaba. Contadas son las personas no sólo en esta época, sino en la que usted señale, que se pueden dar el gusto de cumplir 100 años de edad.
 
¡Felicidades, doña Amalia!, (y vamos por otros 100 más)…