Sábado 18 de Mayo de 2024 | San Luis Potosí, S.L.P.

LOS RELICARIOS, COMPENDIO DE MISTICISMO, ARTE Y BELLEZA


Texto: Alfonso Álvarez Berrones
Fotografías: David Ramírez. | 30/11/-0001 |


“Todo es personal, individual, íntimo. Destinado para sí mismo se cultiva desde el mundo interior y se traslada por todo el mundo exterior bajo el resguardo de su escala”.
Guillermo Tovar de Teresa


Considerada una colección particular única en San Luis Potosí y que nunca se había dado a conocer, los relicarios que atesora el padre carmelita Fray Mario Alberto Soria Berrones O.C.D. constituyen un invaluables patrimonio histórico, piezas que conjuntadas una a una durante más de 18 años son un compendio de misticismo, arte y belleza.

El religioso, originario de León, Guanajuato, y actualmente ecónomo del Templo del Carmen, es frecuentemente requerido por los grandes museos de arte virreinal en México que le solicitan para su exposición una o más piezas de sus 150 relicarios que se clasifican dentro de la tipología de medallones y que datan de los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX.

La que se puede considerar una maravillosa colección de arte sacro, tal vez por falta de interés o investigación de los encargados de difundir la cultura en nuestro Estado, nunca ha llegado a los museos de esta ciudad para que los potosinos la admiren, aunque el sacerdote muestra buena disposición para darla a conocer siempre y cuando se anteponga el cuidado de las piezas y la seguridad de las mismas. Por esta última razón, las piezas están en diferentes sitios.

Ocioso resultaría cuantificar económicamente la colección, pues es material parte de nuestra historia; pero para resaltar su importancia basta y sobra señalar que la última petición para exhibirla que se hizo al padre carmelita fue de la señora Cecilia Genel Velasco, directora del Museo Nacional del Virreinato que se localiza en Tepotzotlán, Estado de México y que en su género es el más importante en la República.

Ella solicitó formalmente al padre Soria Berrones 5 importantes piezas de belleza e historia excepcionales, entre grabados y reliquias, que quedarán integradas a una exposición con motivo de la conmemoración del centenario de la Revolución Mexicana y el Bicentenario de la Independencia de México.

ALGO SOBRE RELICARIOS
En principio un tanto reservado para hablar sobre el tema, el religioso que tiene estudios en teología, filosofía y psicología accede a hablar con Plano Informativo sobre el principio del acopio de relicarios, que se remonta a cuando tenía 18 años y era seminarista. Actualmente su edad llega a los 36 y lo que en principio para él fue un hobby, la práctica y observación constantes lo han convertido en persona ampliamente conocedora para detectar piezas valiosas en donde menos se espera.

Su colección aglutina objetos de las más diversas formas, colores y dimensiones, aunque en lo último predomina la miniatura y en su mayoría van de los 5 a los 10 centímetros de altura.

La manufactura de los relicarios es muy ardua y requiere de infinita paciencia. Entre los materiales utilizados en distintas épocas para elaborar tan importantes piezas artísticas y religiosas se pueden encontrar madera, esmaltes, telas, marfil, cristal de roca o vidrio.

Sin embargo, los materiales más empleados son los metales como el oro y la plata por ser considerados como incorruptibles, al igual que los restos de santos que muchos de ellos resguardan.

La recopilación de los relicarios del padre Mario Alberto proviene de los más distintos sitios: algunos fueron comprados en tiendas de antigüedades, otros obsequio de familiares y compañeros sacerdotes y la mayoría de ellos, dice, le fueron confiados por religiosas de diversos conventos de México, que son las que en sus celdas se encargaban principalmente de su manufactura.

Se considera una persona con suerte por lograr la importante colección, pero a su mirada escrutadora pocas piezas de interés escapan e incluso sitios en donde se encuentran a la venta objetos de segunda mano, como el famoso tianguis dominical de Las Vías en esta ciudad, no han sido ajenos a su curiosidad.

Para ilustrarnos un poco sobre el tema, fray Mario Alberto nos remonta a una de las etapas más importantes de la cristiandad conocida como la “Gran Persecución” encabezada contra los creyentes por el emperador Dioclesiano, la cual tuvo una duración de 11 años y que se desarrolló en Asia Menor, Siria y Egipto.

En esa persecución no sólo fueron ejecutados fieles cristianos, sino también miembros del clero como obispos, sacerdotes y diáconos que se negaron a renunciar a su fe convirtiéndose en mártires.

La situación persecutoria cambió en el año 312 después de Cristo con la llamada “Paz de Constantino”, promovida por el emperador romano del mismo nombre, que trajo como consecuencia la implantación de la fe católica.

Sin embargo, de muchos de los restos de mártires sacrificados en el Coliseo Romano llegaron a las catacumbas y luego se depositaron, principalmente en las iglesias; fueron partes corporales y objetos que utilizaron en sus vidas, como espadas, bastones y cayados o bien sus hábitos o ropa común.

Al término de las persecuciones de los cristianos, en el siglo IV, la veneración de las reliquias estuvo unida a la celebración de la misa y se consideraba obligatoria la presencia de la reliquia de un mártir junto o en la mesa del altar mayor de las iglesias. En la actualidad, la mayoría aún las tienen.

El gremio de plateros de la Nueva España dedicó una parte importante de su producción a la creación de ricos relicarios de oro y plata que desgraciadamente no se conservaron.

Años después la fe en las reliquias de los santos se extendió entre la población hasta que los restos alcanzaron connotaciones que no sólo implicaron extender la fuerza de la fe, sino que también aspectos políticos y económicos.

Los objetos sacros aumentaron en número no sólo en las iglesias, sino que eran adquiridos como protección divina para la casa y para la familia; se creía que prevenían contra la peste y otras enfermedades de esas épocas e incluso, en el descubrimiento de nuevas tierras los europeos, principalmente los españoles, procuraban que en sus navíos siempre estuviese presente una reliquia que supuestamente los libraría lo mismo de naufragar en las tempestades, que de los ataques de piratas o cualquier otro tipo de infortunio.

Pero el poder taumatúrgico de las reliquias –admite fray Mario Alberto-, trajo como consecuencia su proliferación, su consiguiente comercio, la concesión no muy clara de indulgencias a través de éstas y se les llegó a adorar de tal forma que repercutieron en los principios teológicos, pues la religiosidad popular llegó al grado de que la veneración se transformó en adoración.

Vendedores de falsas reliquias fueron detectados en muchos países y en consecuencia la autenticidad de los objetos en innumerables ocasiones tuvo que ser comprobada y la utilización de resguardos sagrados como objetos de culto por parte de la Iglesia se tornó más selectiva. Muchos, para certificar su autenticidad, fueron sellados en su parte posterior, aunque en algunos casos esta medida de seguridad no bastó.

VENERACIÓN DE LA SANTA CRUZ
En algunos escritos relacionados con los relicarios novohispanos, como la tesis en historia del arte de la maestra Gabriela Sánchez Reyes, se menciona que “la aparición de Jesús en el arte ha quedado presente desde los primeros tiempos del cristianismo y en el caso concreto de la representación de la cruz, que es el símbolo de su victoria, el hecho se acentúa pues no existen restos corporales que se puedan venerar”.

En consecuencia, la Santa Cruz es la reliquia más importante aunque se sabe también de algunas de las vestiduras del crucificado consideradas también como tales, que tejió la Virgen María y que portó durante su martirio y sacrificio. Subraya fray Mario Alberto que de todos los objetos considerados como reliquias que estuvieron en contacto con el cuerpo de Cristo la mayor es el madero sagrado, conocido también con el nombre latino de Lignum Crucis y su valor radica que sobre ese madero estuvo el divino cuerpo. La cruz es considerada por muchos cristianos como un “retrato” del Salvador ya que su forma sugiere a un hombre con los brazos extendidos, porque a través de su martirio los hombres fueron redimidos y en suma, es la insignia y señal de su fe.

“TRANSFORMACIÓN” DE LOS RELICARIOS
Amplio conocedor del tema, fray Mario Alberto da cuenta de la transformación de los relicarios a medallones, que fue impulsada por el deseo de poseer dichos objetos con un doble significado: Uno de tipo piadoso y el otro ornamental. En Europa, muchas veces sus dueños fueron personas de alto rango social como reyes o la jerarquía eclesiástica.

Otros antecedentes fueron los vasos de cristal de roca o medallones con textos sagrados que se colgaban al cuello los peregrinos y que contenían aceites de las lámparas de los lugares santos o con trozos de tela mojada con sangre de los mártires. Pero en lo que se refiere a los objetos que no contienen reliquias, se pueden denominar simplemente medallones y muestran las pinturas de hombres ejemplares que alcanzaron los altares.

Con el tiempo, esos medallones se transformaron para difundir las imágenes de reyes, Papas, la alta burguesía o quien tuviese las posibilidades económicas para ordenarlos. Incluso se consideraban o consideran para quienes aún los poseen, pertenencias familiares muy estimadas tanto por su valor artístico como sentimental, principalmente. 

En ellos se pueden guardar las fotografías de tamaño pequeño de la persona amada, los anillos de compromiso de una pareja que culminó su amor en el altar, el rizo de aquella rubia ingrata de curvas sinuosas con quien el galán sólo obtuvo una cruel decepción y otros numerosos objetos que se pueden atesorar en el rincón íntimo de una habitación o si se prefería, llevar los medallones colgados al cuello con una cadena.

Para terminar con este breve recorrido por el mundo fascinante de los relicarios, reproducimos las palabras de un experto conocedor del arte como es Guillermo Tovar de Teresa, a quien fray Mario Alberto Soria cita textualmente:

“La devoción produce imágenes pequeñas en materiales diversos que sorprenden. Vírgenes, santos, reliquias, son guardados en pequeños repositorios, lujosos o modestos. Lo amoroso reproduce la imagen del ser amado: la mujer y el hombre. Ya sea como esposos, novios, amantes, amigos. Tanto una cosa como otra son portátiles, porque son íntimos, propios, resguardados en su pequeñez y su escala, esos objetos casi secretos, contienen la fuerza de la evocación o el testimonio de lo que representan: La imagen, el pedazo de tela, la expresión o el prototipo”.

“Todo es personal, individual, íntimo. Destinado para sí mismo se cultiva desde el mundo interior y se traslada por todo el mundo exterior bajo el resguardo de su escala”.