En la antigüedad el misticismo era capaz de atrapar a cualquiera y sus creyentes recurrían a él para solucionar los problemas de sus vidas, por lo que los conjuros eran comunes en muchas situaciones.
Alguna de las cosas que más ha preocupado a las personas a lo largo de la historia es el amor, y es por esta razón que los hechizos de amor siempre han estado presentes.
En el Antiguo Egipto era bastante común esta práctica. Los arqueólogos Bernard Grenfell y Arthur Hunt hicieron un hallazgo en unos papiros de lo que parecía ser unos conjuros de amor del siglo III d. C. Uno de ellos hablaba de someter a un hombre y otro de quemar el corazón de una mujer.
En el escrito no se colocaba el nombre de la persona a quien iba dirigido el conjuro, sino que se dejaba el espacio en blanco para que el que lo quisiera aplicar pudiera hacerlo a quien quisiera. Esto era lo que decía uno de los conjuros encontrados:
Yo os imploro, tierra y agua, por el demonio que vive en vosotros y la fortuna de este baño para que, mientras que resplandecéis y ardéis y os quemáis, así queméis a (nombre de la mujer) a quien (nombre de la madre) portó, hasta que ella venga a mi".
Muchos de los rituales que hacían los egipcios para el amor se los ofrecían a la diosa Hathor, que era una mujer con cabeza de vaca que era la regente de la felicidad, la danza, el amor y los placeres sexuales.
La civilización griega también tenía sus propios rituales para conseguir el amor. Los amuletos, oráculos, maldiciones y pociones eran comunes para hechizar a hombres o mujeres.
Los griegos creían que existían cuatro tipos de amor. El Ágape, que es un amor incondicional; el Fileo, era el amor entre amigos; el Storgé que se refiere al amor familiar y Eros el amor erótico. Para ellos la magia tenía gran importancia por lo que los conjuros para atraer el amor eran bastante comunes.
Dioses como Eros y Afrodita recibían una gran cantidad de rituales que realizaban en su honor para tener fortuna en cuanto al amor y al sexo.
