Abrumados por la vorágine de violencia, desaliento y humillación que corroe al país ante su brutal fracaso político, económico y social, un poco, o un mucho de poesía. La Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada, España, tuvo la ventura extraordinaria de invitar a Juan José Arreola en 1993 a su ciclo “El intelectual y su memoria” (al parecer dentro de un seminario dedicado al escritor).
Hace 6 meses, la Universidad puso a disposición pública el video de tan magnífico acontecimiento en que el autor mexicano exhibe el momento tal vez más distintivo de su prodigio verbal, su memoria y su genio, de tal manera que supere para sí aun, ese otro acontecimiento admirable en que, en una mesa en torno a Álvaro Gálvez y Fuentes, compartiera la palabra con Jorge Luis Borges en la ciudad de México de 1973. Difícilmente se encontrará la soberbia capacidad de Arreola dentro del habla castellana tal como se disfruta en el testimonio de Granada.
Hablista, actor del conocimiento -cuya obra breve pero intensa y labrada con oficio de artesano ha cantado al “amor desde el otro lado, desde el lado de la distancia y del abandono”, desde la canción del escarnio; desde la perspectiva del unicornio y su endecha de marfil de pensamiento conquistador al fin derrotado-, como se concibe en una entrevista que es prácticamente un monólogo y que necesitaría del sistema de la pauta para poder expresarse en simultáneo en al menos cinco o seis vías (la sexta sería la aparición a capricho de la vertical barra divisora), vierte parte fundamental de la infancia y formación primera, su experiencia y vida por el mundo, la poesía, la creación, la filosofía y aun la política de manera tan conmovedora y fecunda, que sólo haría falta vaciar su oralidad para convertirla en un texto fundamental con escasa necesidad de corrección. Aquí sólo transcribiré su elocuente concepto de cultura que me parece, cuando menos, clarificador:
“Cultura es la apropiación pacífica de los bienes ajenos. Cultura es una acción que ocurre generalmente y debe ocurrir entre cuatro paredes. Y más que entre cuatro paredes de cátedra universitaria, debe ocurrir en las cuatro paredes de la persona que antes de dormirse se entrega a ese otro sueño portentoso -poblado de tantos, miles de sueños- que es, por medio de la lectura, de su lectura, el libro. Yo siempre hablo de una sola cultura: que es lo que circula en un ser humano como su propia sangre. Yo tomo, de todo lo que me he podido dar cuenta, lo que me pertenece…
“Ahora que se dice, ‘todo es cultura’, en México de pronto alguien dice, ‘el carnaval de Veracruz es cultura’, ‘el jazz es cultura’, ‘la rumba es cultura’; y que todo es cultura. Y yo digo, es una confusión. Una cosa son los comportamientos humanos que crean modos de vida social y manifestaciones del ser individual dentro de formas culturales de una sociedad. Pero la cultura única que me importa es esta apropiación legítima, legitimada por la afinidad… Como dijo el humorista, ‘todos los clásicos nos han plagiado’… No hay pasatiempo más bello en este mundo que la colección de conocimientos, de experiencias ajenas, de sentimientos también ajenos…”.