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Por qué las mascotas son un miembro más en las familias

Agencia | 17/01/2018 | 15:35

La convivencia de los niños, ya sea pequeño o de una edad más avanzada, con una mascota tiene numerosos efectos positivos. Un animal puede estar en una casa desde el minuto cero, desde el momento en el que el niño nace.
 
Miguel Gayá, psicólogo y Coordinador del Grupo de Trabajo de Terapia asistida con animales del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, explica que «en las sociedades modernas hemos potenciado la parte más racional de nuestro cerebro —el cortex cerebral— descuidando nuestra parte animal. Descuidando así nuestro cerebro límbico —que se encarga de las emociones— y nuestras pulsiones. La convivencia con un animal supone una recuperación de esta parte emocional de nuestra propia naturaleza».
 
Beneficios a cualquier edad
 
Tener una mascota en casa sirve para, con los más pequeños, trabajar cuestiones como —entre otras— la obesidad, la depresión o la hiperactividad al tiempo que potencia la empatía de niños y jóvenes, su desarrollo emocional, su responsabilidad y su sociabilización.
 
«Vivir con un perro o un gato, que son lo que generalmente consideramos mascotas, potencia diferentes aspectos en todos los estadios de la vida. En los más pequeños, el vínculo emocional hacia los demás. En la adolescencia, puede facilitar el proceso de individuación y transición a la vida adulta al ser un soporte emocional. En la tercera edad, tiene un valor social —ya que facilita la interacción de los mayores— así como pueden retrasar el desarrollo de demencias», explica este experto.
 
Incluir en la vida familiar un animal implica, por supuesto, poner una serie de límites y normas pero «los límites no deben dejar de lado el vínculo que se tiene que crear. Los padres han de educar a sus hijos en que se debe ser responsable con su mascota pero esto, también es una motivación ya que los niños se preocupan del animal porque les importa», señala.
 
Lo que hay que tener claro a la hora de tener una mascota es que es una decisión que tiene que ser responsable. No puede ser un impulso, ni un capricho. Depende del estilo de vida que lleve una persona y del tiempo que disponga. «El abandono de una mascota es malo para el animal, y para el que abandona. Si damos el ejemplo a nuestros hijos de que se está abandonando a un animal y un niño no responde ante ello, estaremos criando psicópatas. Si, por el contrario, al niño —como es lógico— este hecho le afecta se estará creando un serio problema emocional», concluye Gayá.
 
La adopción, una elección en familia
 
Las adopciones, según Nacho Paunero presidente de El Refugio, han de partir de «una decisión en consenso que el adulto genera. Si no es así, puede tener consecuencias incómodas porque un perro o un gato tiene que ser querido por todos los miembros de la familia. Es algo que implica una gran responsbilidad, pero también mucha satisfacción». Curiosamente en verano se produce un aumento del 30% en la adopción de mascotas según señala El Refugio. Mascotas que, además, son elegidas en familia.
 
El presidente de El Refugio apunta también que tener una mascota es sencillo. «El truco es tenerla como uno más de la familia, con sus normas, convivir, y disfrutar». Esto pasa por la eterna disyuntiva de qué hacer con las mascotas en verano. Paunero apunta que es un terreno en el que se avanza, pero no al ritmo que debería.
 
«Las opciones dependen, en parte, de la mascota que se tenga. A un perro —a pesar de que lo ideal es llevárselo de vacaciones— se le puede dejar a cargo de alguien de máxima confianza, que vaya a casa a verle y sacarle. También se puede recurrir a las residencias revisando siempre que cuenten con la homologación necesaria. Con un gato simplemente sería necesario que alguien fuera a echarle comida y a limpiarle el arenero porque son más independientes», matiza Paunero.