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Las voces que inspiraron a Barack Obama

Jaime Hernández, Corresponsal
WASHINGTON, EU.
El Universal | 12/10/2009 |


¿Cómo llegó el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, a convertirse en un Premio Nobel de la Paz?

Si hacemos caso al factor cronológico, su condición de futuro galardonado se fraguó exitosamente en el curso de los últimos nueve meses, después de que su candidatura fuera oficializada en Oslo, ante el Instituto Nobel, dos semanas después de una toma de posesión como presidente en la que participaron, aquella fría mañana del 20 de enero, casi dos millones de personas que le aclamaron como “el presidente del cambio”.

Pero si nos atenemos al factor biográfico, es muy posible que la gestación de Obama como Premio Nobel de la Paz se haya producido desde su infancia, cuando se acurrucaba al lado de su madre, Ann Dunham, la mujer que le inculcó el amor por su país y por su familia, pero que también le inició en la lucha contra la injusticia social de la mano de algunos de los más importantes luchadores en el terreno de los derechos humanos.

“Mi madre llegaba a casa con libros sobre el movimiento de los derechos civiles, discos de Mahalia Jackson y los discursos de (el Premio Nobel de la Paz) Martin Luther King”, recuerda Obama en su obra autobiográfica Los sueños de mi Padre.

“Recuerdo cómo me contaba ciertas historias sobre los alumnos del sur que estaban obligados a estudiar los libros que les enviaban las escuelas blancas y ricas y que, sin embargo, llegaban a ser doctores, abogados y científicos y me sentía mal, francamente mal, por mi falta de voluntad para levantarme por las mañanas” para estudiar, relató el ahora mandatario.

La infancia es destino
Si la vieja propuesta freudiana de que infancia es destino tiene algo de verosímil, la biografía de Barack Hussein Obama podría servir como ejemplo de reconstrucción de aquellos viejos recuerdos y enseñanzas que habrían terminado de forjar el destino de Obama como figura internacional. “Gandhi y Martin Luther King son dos personajes en los que yo he encontrado gran fuente de inspiración”, aseguró hace pocos días Obama ante un grupo de estudiantes que le preguntaron con qué personaje de la historia le gustaría tener una cena ideal.

“Gandhi, con su mensaje de la no violencia, inspiró al doctor (Martin Luther) King en su lucha por los derechos civiles en Estados Unidos y ambos terminaron por cambiar el mundo con el poder de su ética”, añadió.

A diferencia de los niños que eligen a Superman o a Batman como sus héroes predilectos, Obama fijó desde muy niño su mirada en la obra y la lucha de personajes como Luther King, Mahatma Gandhi y de Nelson Mandela, el ex presidente sudafricano y premio Nobel de la Paz, como los otros dos. Pero su elección no surgió de una preferencia, sino de las circunstancias que rodearon su propia trayectoria como hijo de un emigrante de Kenia con un marcado resentimiento anticolonialista y de una mujer de Kansas con estudios de antropología que dedicó gran parte de su vida al Tercer Mundo, donde ayudó a impulsar empresas a través de microcréditos y moriría a los 52 años víctima de un cáncer de ovarios. “Supe entonces que la lucha de todos era mi patrimonio”, recuerda Obama en sus memorias.

Y desde entonces, agregó, “oigo las voces de las familias japonesas internadas en los campos de concentración; la de los jóvenes judíos rusos que cortan patrones en los talleres clandestinos del Lower East Side; las de los granjeros de las tierras yermas que cargan sus camionetas con los restos de sus vidas rotas. Oigo las voces de aquellos que están al otro lado de las fronteras norteamericanas, los grupos de hombres cansados y hambrientos que cruzan el Río Bravo”.

“Oigo todas esas voces que claman pidiendo que se les reconozca, todos haciendo las mismas preguntas que han moldeado mi vida”.