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Sobreviven objetos del Gran Incendio de Londres de 1666

El drama que vivió la gente hace 350 años se ve reflejado en los pocos objetos completamente consumidos por el fuego.

Artefactos personales como biblias, monedas, instrumentos musicales, textiles, papeles, cristalería, llaves y cerrojos que fueron rescatados del Gran Incendio de Londres en 1666 son expuestos hoy en el museo de esta ciudad.

El drama que vivió la gente hace 350 años se ve reflejado en los pocos objetos completamente consumidos por el fuego que comenzó en una panadería y que arrasó con la cuarta parte de la ciudad de Londres.

El parlamentario y funcionario naval Samuel Pepys narra en sus famosos diarios del siglo XVII: “las calles están llenas de gente, caballos y carretas con pertenencias que se atropellan entre sí, y remueven cosas de una casa quemada a otra”.

Aproximadamente cien mil personas perdieron sus viviendas y las que sobrevivieron tuvieron que acampar al aire libre durante meses con las pocas pertenencias que pudieron salvar de entre los escombros.

Samuel Pepys, quien escribió un diario durante 10 años en el que describe la vida de la ciudad, narró cómo en el incendio un gato fue rescatado de una chimenea “con el pelo quemado, pero aún vivo”.

El incendio inició en una panadería de Pudding Lane en el hoy distrito financiero de la City of London, cerca del famoso London Bridge.

A las 10:00 hora local del 2 de septiembre, el parlamentario Pepys dijo al rey que a menos que las casas sean derribadas, “nada podrá detener el incendio”.

Durante la noche del primer día las llamas se habían extendido casi un kilómetro amenazando con llegar a sitios históricos.

Los fuertes vientos del este propagaron el fuego aún más rápido y el 4 de septiembre de 1666 las llamas habían alcanzado la famosa Catedral de San Pablo.

Entre las reliquias que fueron rescatadas del recinto religioso se encuentra un documento de 1099 en el que el rey Guillermo II de Inglaterra otorgaba a la catedral permiso sobre sus tierras incluido el derecho a cobrar impuestos y arrestar a ladrones.

El clérigo John Tillison salvó miles de documentos de la catedral incluido ese importante papel Real (Royal Charter) que es parte de la exposición del Museo de Londres.

Entre los artefactos de la exposición se encuentra también una tumba chamuscada de William Hewett, un comerciante de la época cuyos restos descansaban en la catedral de San Pablo.

En la exposición “Fire, Fire” se pueden apreciar pinturas al óleo que reflejan el infierno que vivió la ciudad de Londres durante el incendio que duró del 2 al 5 de septiembre.

También se encuentra una réplica de los rústicos carros de bomberos que no se dieron abasto para apagar el incendio.

El rey ordenó dinamitar las casas para evitar que el fuego se siguiera expandiendo hacia la histórica Torre de Londres (Tower of London), fortaleza construida en 1066 y hoy patrimonio cultural de la humanidad.

El incendio tuvo lugar durante la Gran Peste de Londres que acabó con una quinta parte de la población de la ciudad.

Una de las aportaciones de la exposición es que desmitifica la creencia popular de que el incendio habría ayudado a acabar con la Gran Plaga, que para entonces ya estaba casi completamente exterminada.

A través de diarios, pinturas, excavaciones arqueológicas y libros, los historiadores han podido reconstruir lo qué sucedió durante los días del Gran Incendio de Londres.

Tras el siniestro, una cuarta parte de la ciudad quedó en ruinas, los ladrones aprovecharon para hacer saqueos, el incendio costó 10 millones de libras -de aquella época- y la gente del país envió ayuda a miles de damnificados que perdieron todo, menos la ropa que llevaban puesta.

Se estima que un total de 13 mil casas, 87 iglesias, y 436 hectáreas de la ciudad quedaron destruidas.

El rey Carlos II lanzó una campaña de recaudación de fondos para ayudar a los londinenses y 16 mil libras fueron repartidas entre los damnificados -equivalentes a 2.4 millones de libras esterlinas en la actualidad.

Durante más de 60 años previos al siniestro, los distintos monarcas habían tratado de convencer a la gente de construir sus casas de ladrillo para crear una ciudad más atractiva y menos vulnerable a los incendios.

Antes del Gran Incendio la ciudad que se encontraba dentro de las antiguas murallas estaba abarrotada con viviendas, tiendas de brandy, alquitrán, aceites, y chimeneas en las que se podía iniciar un siniestro con facilidad.

El escritor de esa época, John Evelyn calificó la ciudad de “atiborrada y nada saludable”.

Si bien la ciudad estaba en bancarrota y se creía imposible volver a construirla, la labor de reconstrucción duró 40 años y el rey Carlos II ordenó que tras el incendio todas las casas fueran construidas de ladrillos o de lo contrario serían demolidas.

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