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Domina nuevo cártel tres plazas


La alianza entre los hermanos Beltrán Leyva y Los Zetas comenzó a fraguarse a mediados de 2007 y tres ciudades fueron clave para consolidar el pacto entre los dos grupos de narcotraficantes que, tras desligarse de sus antiguos jefes, formaron un nuevo cártel de drogas en el país que ya domina sus propios territorios.

La primera plaza donde comenzó esta alianza fue en Torreón, Coahuila, ciudad estratégica para el tráfico de drogas y que era dominada hasta el año pasado por La Federación, formada por el cártel de Sinaloa, de Joaquín El Chapo Guzmán y por Vicente Carrillo Fuentes, al mando del cártel de Juárez.

Así fue hasta febrero de 2007 cuando arribaron a la ciudad de La Laguna Los Zetas, al mando de Heriberto Lazcano. Comenzó entonces una guerra por la plaza que modificó la operación de la delincuencia organizada en la zona. Las ejecuciones, levantones y secuestros a empresarios laguneros fueron comunes y se reportaron por esas fechas hasta 60 desapariciones.

La guerra por Torreón se definió cuando atentaron contra el empresario y cacique Carlos Herrera Araluce, de quien se decía operaba para los cárteles que dominaban entonces la plaza. El intento de ejecución, ocurrido el 13 de mayo de 2007 en Gómez Palacio, Durango, fue el mensaje contundente de que Los Zetas habían tomado el control de la plaza. Herrera, junto con su esposa Wilma Ale, sobrevivieron de milagro y, tras recuperarse, salieron del país y se fueron por un tiempo a vivir a España.

Días después de ese atentado, el 22 de mayo, Los Zetas enviaron una carta a los empresarios. Reunido con las cúpulas empresariales de La Laguna, el abogado Alberto Romero —que después desapareció— leyó el contenido de la misiva de los sicarios del cártel del Golfo que dictaba las nuevas reglas del grupo delictivo, que firmaba con una advertencia: “Sin más por el momento, se les informa que cualquier desacato ante dicha petición tendrá consecuencias irreversibles para su persona y socios del sistema empresarial”.

Junto con la carta, el abogado presentó a los empresarios un video en el que se veía la tortura a que fue sometido el comandante antisecuestros de Coahuila, Enrique Ruiz Arévalo, secuestrado días antes por Los Zetas. El mensaje fue tan crudo como efectivo.

Ya con los cárteles de Sinaloa y de Juárez replegados, Los Zetas tomaron el control, y es ahí donde, según versiones de inteligencia federal, los Beltrán Leyva deciden darle la espalda a El Chapo Guzmán y pactan con Heriberto Lazcano para repartirse el control de La Laguna con Los Zetas. Surgió así la alianza que hoy toma forma de un nuevo cártel.

La confirmación del pacto Beltrán-Zetas, dicen las fuentes de inteligencia, fue el regreso Herrera Araluce a Torreón. El 8 de marzo de 2008, con nuevos jefes de la plaza y nuevas reglas impuestas por éstos, el polémico empresario reapareció en la comarca. “Yo no soy político, soy empresario”, dijo sonriente.

Pactada Torreón, la siguiente plaza que reforzó la alianza entre Los Zetas y Los Beltrán Leyva fue Acapulco.

Tras varios meses de sangrientos enfrentamientos, ejecuciones, balaceras y decapitados, Arturo El Barbas Beltrán pactó con Heriberto Lazcano el control conjunto de Acapulco. Se confirmaba así el distanciamiento entre los Beltrán y El Chapo Guzmán y la separación de Los Zetas del cártel del Golfo de Osiel Cárdenas, preso y sujeto a juicio en Estados Unidos.

Cesaron entonces las ejecuciones y la violencia que afectó al puerto y que hasta ahora no se ha reactivado por la operación conjunta que realizan los dos grupos que manejan la distribución y el tráfico de drogas en el destino turístico y en toda la entidad guerrense.

La tercera ciudad donde opera ya la nueva alianza del narcotráfico es Aguascalientes. Luego de que en algún momento la ciudad noroccidental fuera lugar de residencia de El Chapo Guzmán, la llegada de Los Zetas desató la violencia que vivió esa tranquila capital a principios de 2007 y que terminó con la salida del cártel de Sinaloa de la plaza. Pero los Beltrán se quedaron y, en un pacto más con los sicarios ex del Golfo, lograron compartir el dominio de la plaza.

Esas son, dicen los informes de inteligencia federal, las tres plazas que en este momento controla el nuevo cártel de las drogas en México, el que surge de la alianza Beltrán-Zetas y que hoy le disputa territorios y supremacía al resto de los cárteles que agrupaba La Federación.

NOTAS INDISCRETAS…
Le llaman “debate abierto”, pero de abierto no tiene mucho, y de debate, muy poco. El acceso a los foros sobre la reforma petrolera en la sede del Senado es restringido y sus participantes, expertos o especialistas, tienen que ser aprobados, previamente, por los tres grandes partidos, PRI, PAN y PRD, o simplemente no pasan. Sólo legisladores y medios acreditados pueden seguir en vivo las reuniones. Si un ciudadano común quiere enterarse de lo que ahí se discute, tiene que contar con un sistema de televisión de paga para poder ver el Canal del Congreso. Compadecidos, los coordinadores parlamentarios acordaron que se hicieran resúmenes televisivos de media hora para ser transmitidos en 44 canales locales de la República. Pero eso también lo controlan. Cada partido elige a un ponente que quiera que aparezca y a los demás se les elimina del resumen. Por ejemplo, el PRI se opuso a que en esos resúmenes se incluyera la postura de Javier Jiménez Espriú, miembro de la Academia Mexicana de Ingeniería, por tener “demasiadas coincidencias con el PRD”; eso sí, los tricolores dijeron que la mejor voz para aparecer era la del escritor Héctor Aguilar Camín. La integración de las listas de participantes en el debate también es asunto de cuotas. No se trata de seleccionar a los mejores expertos o analistas en la materia, sino de que PAN, PRI y PRD lleven a la mesa a los ponentes que les convienen y a los que eligen internamente. Así que puede ser que haya debate, pero ¿abierto?... Los dados se recargan. Escalera doble.

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