Alicia Limón | Rioverde | 03/05/2014 | 12:45
Uno de los platillos por excelencia y tradición en Rioverde, son las conocidas enchiladas rioverdenses, embajadoras de la gastronomía de la región que cautivan al más exigente paladar.
Éste platillo típico comprueba además la calidez de las familias rioverdenses, al venderse como cena al interior de los hogares, ofreciendo la oportunidad de convivir en una calurosa noche de agradable plática.
Probar las enchiladas es conocer parte del misticismo de esta tierra. Pocas son las personas que conocen la leyenda de la enchilada, sin embargo algunas personas mayores cuentan el hechizo que tienen para ser el platillo más buscado por propios y extraños.
El nacimiento de la enchilada se remonta a finales del siglo XIX, cuando la Hacienda de San Diego estaba en su máximo esplendor y se gozaba en el país de la paz porfiriana.
La historia se desarrolla el centro de Rioverde; cuenta la leyenda que en esa época los niños y niñas, eran mucho más felices que en la actualidad, jugaban, bailaban, reían y sanamente corrían por las calles.
No hay registros de cuando, cómo o de dónde ¡ni siquiera el nombre! de una misteriosa mujer, que nunca salía de su casa, no convivía, solamente con algunos niños, quienes asistían todas las tardes atraídos a su hogar por los deliciosos bocaditos que ella preparaba y a los chamacos les encantaban.
La hermosa cocinera, vivía en una vieja casona de la Calle Real, que en la actualidad lleva el nombre de calle Centenario, lugar en donde pronto se hizo el punto de reunión de los niños que eran agasajados con tan suculentas viandas.
Grandes efectos tenía este manjar, daban alegría y mejoraraba el ánimo en los pequeños que lo comían, olvidando las preocupaciones que en ocasiones tenían por los mitos y premoniciones que se daban en la región por acercarse el fin del siglo.
Al padecer los adultos estrés e intranquilidad, fácilmente llamó la atención el exceso de felicidad de los pequeños, quienes corrían cantando por las calles lodosas, jugando en la plaza de las Chimoleras, que actualmente se conoce como placita de los solkys.
Los niños felices pasaban por alto la preocupación de los adultos y asistían puntualmente las tardes a la vieja casona, llegaban hambrientos, ansiosos de probar aquellos mágicos bocadillos que los llenaba de alegría y vigor, sin que pudieran dejar de probarlos, a tal grado que dejaban de comer en su casa.
Cuando a aquellos niños, no se les dejaba salir por la calle, iracundos gritaban y pataleaban solamente gritando - ¡Quiero enchiladas!
Las mamás comenzaron a preocuparse por el comportamiento fuera de lo común de sus niños, por lo que se organizaron para investigar a toda costa que era lo que pasaba en Rioverde y principalmente saber que era y de donde provenía lo que ellos comían, así en poco tiempo pudieron descubrir el misterio de la felicidad.
Las mujeres indignadas, embravecidas y preocupadas rápidamente se comenzaron a preguntar ¿Qué era lo que preparaba aquella mujer? Sin lugar a dudas encantaba a sus hijos. Seguramente esa comida estaba hechizada por parte de la bruja de la Calle Real, afirmaban.
Al sospechar que los niños estaban siendo poseídos por el alimento mágico, los padres, no podían permitir que sucediera tal cosa con sus hijos, por lo que de inmediato se organizaron para solucionar este problema que ponía en riesgo la seguridad de sus niños.
Una tarde al caer el sol, encerraron a sus retoños y enfurecidos tomaron la Calle Real acompañándose de piedras y antorchas, fueron en busca de la cocinera para terminar con la maldición.
Reunidos gritaban improperios en contra de la hechicera de las enchiladas, quien desde el interior de su hogar escuchaba cada una de las cosas que los enardecidos padres gritaban en su contra.
La multitud golpeo la puerta de la casa de la hechicera, quien permanecía inmóvil, pero segundos antes de que entraran a la fuerza la mujer pronunció el conjuro que acompañaría a este platillo por toda la eternidad.
Cuando aquellos hombres y mujeres entraron a la vieja casona de embrujos estaba vacía jamás encontraron a aquella hermosa cocinera, de la que nunca se volvió a saber nada en el pueblo y fue así como descubrieron en su cocina los guisos que durante meses hechizaron a los pequeños; tortillitas enchiladas, frijoles refritos, papas con chorizo, queso y puré de tomate, ingredientes que no tenían la mayor complejidad.
De inmediato las mujeres se dieron cuenta lo sencillo que era hacer este platillo, por lo que comenzaron a hacerlo, temerosas de no poder contener a sus hijos; así las enchiladas comenzaron a cocinarse en las casas de Rioverde, por las tardes para alegrar los corazones de los niños, convirtiéndose con el paso de los años en el platillo típico regional.
Desde entonces al caer la tarde, el olor de las famosas enchiladas inunda las calles de Rioverde, junto con el conjuro de la eternidad y el beneficio de restaurar el ánimo, la felicidad y el corazón de los hospitalarios rioverdenses; cautivando el paladar de sus visitantes.
¿Realidad o fantasía? No lo sé, la verdad es que quien prueba por primera vez este suculento platillo, tarde o temprano tendrá que regresar a las tranquilas calles del querido Rioverde “la Primera Sucursal del Cielo”, para probar este manjar único en el mundo.