El Universal | 13/05/2008 |
Gracias al hallazgo de una serie de fotografías realizado
por la policía de Baviera, en Alemania, hoy es posible documentar el trabajo de
Luis Ernesto Bianchi Salbitano, un artesano de San Andrés Tuxtla, Veracruz, que
colaboró con traficantes internacionales de arte prehispánico como Leonardo
Patterson, quien pudo vender sus piezas como genuinas, por ejemplo una “cabeza
colosal olmeca” valuada en 20 millones de dólares en 1999.
En la secuencia fotográfica proporcionada a EL UNIVERSAL
por el investigador holandés Arthur Brand, se aprecia a Bianchi Salbitano
trabajando muy probablemente en su casa de San Andrés Tuxtla, en un bloque de
piedra basáltica que marca con pintura roja para señalar las zonas donde debe martillar
para esculpir.
“Tenía mucho más que nociones de lo que hacía; por ejemplo,
se ve cómo, antes que nada, ubicó con trazos rojos la posición de la nariz, de
los ojos, para darle proporción a la pieza, son los llamados puntos áureos del
modelado; una vez perfilados estos rasgos se puede sacar el resto de la
escultura”, explicó para este periódico un artesano especialista en
reproducciones autorizadas de piezas prehispánicas.
En las imágenes poco a poco las facciones van apareciendo,
así como otros elementos característicos en las cabezas monumentales olmecas
conocidas, como el tocado en forma de banda.
Pero a diferencia de los antiguos maestros artesanos
olmecas que tallaban sus esculturas, Bianchi utilizaba herramientas modernas,
como martillo y cincel, para darle forma a la piedra. Para la doctora Ann
Cyphers, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, esto es
evidente a simple vista porque las líneas transversales junto a la boca son
angulosas y no talladas como en el resto de las cabezas conocidas.
Hoy, gracias a la tecnología de microscopía electrónica de
barrido es posible detectar remanentes de herramientas modernas elaboradas con
hierro y aluminio (los olmecas no conocían esos materiales) para saber si una
pieza es realmente antigua.
En la autentificación extendida en 1999 por la consultoría
Fine Arts Ltd en Florida se asegura que la pieza fue “científicamente analizada
por el profesor Dr. Klaus Weber-Diefenbach”, un conocido colaborador del
traficante Leonardo Patterson en sus negocios, sin prestigio en la
investigación o la academia, según confirmaron arqueólogos consultados en
México y Estados Unidos. Pero el documento no explica qué técnica se usó para
considerar genuina la pieza valuada en 20 millones de dólares.