Si bien es cierto que el “Osito Bimbo” no está solo en estos mercados, su competencia no le hace sombra.
En México, el Grupo Bimbo compite solo. Nadie más ha podido enfrentarlo para arrebatarle un suculento mercado en el que cada mexicano consume 131.6 dólares al año en pastelillos.
Ni siquiera el gigante de la harina de maíz, Maseca, logró arañarle algunos puntos del mercado con su marca de pan blanco Brady, un proyecto que el grupo regiomontano tuvo que abandonar porque no logró competir con la compleja red de distribución de la empresa propiedad de la familia Servitje.
Bimbo, junto con Sabritas de la estadunidense PepsiCo, es la empresa con el mayor poder de distribución para llevar pan fresco, pastelillos y galletas a los lugares más apartados del país, una de sus mayores fortalezas. Y si bien es cierto que el “Osito Bimbo” no está solo en estos mercados, su competencia no le hace sombra.
En el rubro de pan empacado, la marca Bimbo “compite” contra Wonder, y en el de pastelillos se “pelean” el mercado el pan dulce Bimbo, Marinela y Tía Rosa; pero todas son de su propiedad.
En panificación y confitería, Bimbo vende más de 73 mil millones de pesos al año en México, y a escala global supera los 176 mil millones de pesos, unos 14 mil millones de dólares, con más de 100 marcas y diez mil productos a escala global. Su vinculación con el consumidor mexicano y su dominio del mercado local es a tal grado, que es común escuchar decir Bimbo en referencia al pan blanco de caja.
Pero con todo y su abrumadora participación en segmentos específicos de mercado, como el de pan empacado o pastelillos, la empresa no tiene ninguna investigación en curso por parte del órgano antimonopolios del país, en contraste con las autoridades antimonopolios de Estados Unidos que le han impuesto límites obligándole a vender plantas y marcas, o en Canadá cuyos planes de expansión se mantienen bajo estricto análisis a cargo del Competition Bureau.
Y es que Bimbo, al igual que su compleja y exitosa red para distribuir sus productos, posee una enorme influencia en los entramados legislativos para modificar leyes que le son adversas.
Durante las recientes negociaciones legislativas Bimbo se movilizó con rapidez ante la intención de gravar todo tipo de pan por su nivel de contenido kilocalórico. Así, la empresa logró que se exentara al pan de caja de cualquier impuesto posible. Incluso lo hizo, a pesar de la incertidumbre de que su línea de productos fuera considerado dentro del rubro de los productos kilocalóricos, porque en ese momento persistía la duda.
“Allí se vio, sin duda, la fortaleza de Bimbo, así como de otras empresas”, comentó Herbert Bettinger, quien participa como coordinador en diversos temas en la Cámara de Diputados.
Fue a través de una regla especial del Servicio de Administración Tributaria (SAT) que se determinó que el pan de caja no fuera considerado –junto a productos como el bolillo y la telera, entre otros– en el rubro de los kilocalóricos, con independencia del criterio que, en su caso, sustentara la Secretaría de Salud.
Y aunque para Bimbo, productos como el Gansito Marinela son relevantes, porque le generan grandes ventas. La estrategia que siguió la empresa no se ocupó de este producto y otros pastelillos ya que, prácticamente, no tienen ningún competidor en el mercado que los amenace.
Este tipo de productos eran considerados, desde el principio de las discusiones en el Congreso, como alimentos altamente kilocalóricos, pero dado que no tiene competidores en el mercado, cualquier impuesto se compensaría con su demanda inelástica.
Situación muy distinta a la que viven los panaderos tradicionales, quienes sí sufrieron el impacto de la Reforma Fiscal por su alta fragmentación y falta de organización, por lo que no lograron integrar un frente de defensa ante las autoridades.
“Ellos no lograron irse al amparo, porque no tienen una representatividad dentro de sus grupos. Tratar de llegar a un amparo era complejo”, refirió Bettinger.