Aimee Torres | Plano Informativo | 04/12/2013 | 09:26
“Ser organillero es un oficio, la gente cree que es un trabajo fácil y lo es, pero muy cansado porque el organillón pesa de 35 a 36 kilos”, dijo Juan Mendoza mientras limaba las piezas que permiten se produzca el sonido a fin de que “no brinque” a otra melodía en el cilindro que contiene ocho diferentes y que ellos mismos cambian al mover una manija que se encuentra en uno de los costados del Cilindrero.
Lleva once años como organillero y decidió hacerlo por gusto, para averiguar de qué se trataba el oficio y le gustó porque de esta manera puede conocer varias ciudades y llevar algo de la cultura del Distrito Federal que es donde tiene más auge.
“A veces se topa uno gente que le agrada, que no le agrada, pero gracias a Dios nunca nos ha ido mal”, aseguró que a veces les dicen groserías o hay quienes agradecen que toquen el organillo porque no es común verlos como en el caso de San Luis Potosí.
El aparato en sí, es alquilado, cada día tienen que pagar 140 pesos “hay días buenos y malos, pero como tenemos el tiempo libre, lo trabajo el tiempo que queramos”. Deben cuidarlo más que a ellos, pues los afectan los climas cálidos que les provoca desafinación, y con el frío “se asorda, no da bien los tonos la melodía”.
Una vez limadas las piezas y luego de probar varias veces que hayan quedado correctas, es hora de colocar la tapa y vestirlo. Dentro, como si fuera un tipo de protección, una imagen de la Virgen de Guadalupe centrada pareciera una y otra vez mirar girar el cilindro que emite melodías conocidas por muchos.
Primero colocan un paño rojo y luego lo cubren con una protección a manera de manta plastificada que sujeta con diversos cordones, amarres y nudos, ayudarán a proteger la caja musical.
En el caso de su acompañante, Carlos Alberto Durán, tiene 7 meses como cilindrero y decidió animarse a este oficio por falta de empleo y muy a su manera explicó que “cuando no trabaja uno en este oficio uno cree que es un trabajo como luego dicen, de huevones” por lo que quiso probar para ver si era pesado “y ahora sí lo reconozco, es un trabajo muy pesado”, y explicaron que por lo pronto regresarán a la Ciudad de México ya que comienzan los días fuertes.
Sin embargo, se topan también con la piratería, pues dijo Carlos Alberto que existen muchas personas que tratan de imitar el organillón haciendo cajas iguales pero que en el interior del aparato colocan una grabadora y el sonido que emiten es muy diferente al original.
El trabajo de ambos es igual de importante, ya que aunque uno se encarga de cargar el organillón y el otro pide la cooperación del público, se tienen que intercambiar para descansar… así, en esta ocasión en el crucero de Niño Artillero, con dos botellas de agua, y de frente al sol, las melodías alegraban a algunos automovilistas que aunque sea un peso les daban al pasar.