Fernando Bermúdez | Plano Informativo | 08/09/2013 | 14:22
San Luis Potosí, SLP.- El mexicanismo puede ser identificado de diferentes maneras como nuestra música, el tequila y el mariachi, pero la mujer mexicana está ligada a un atuendo único en el mundo: el rebozo. San Luis Potosí es responsable directo de símbolo mexicano, la marca registrada del rebozo le pertenece a la entidad, solo en Santa María del Rio como “La cuna del rebozo” se produce estas -consideradas ya-, obras de arte por especialistas en Europa.
Respirar el aroma cálido de las plazas de Santa María del Rio es detenerse en el tiempo, recorrer sus calles es vivir un México que se ha esfumado en los recuerdos donde los azules eran profundos, los rojos vivos y el blanco limpio, se vive diferente al resto del mundo.
El proceso
La historia de un rebozo nace en una rueca donde se comienza a hilvanar la seda, el algodón, artiseda o lana para después iniciar a separar las interminables líneas que son ordenadas en el urdidor donde se enrollan y se define el largo y ancho del rebozo, listas para ser bañadas en las distintas tonalidades en el bastidor donde la imaginación y las manos artesanales comienzan a darle forma a los primeros diseños.
Los colores son tan infinitos como la misma imaginación, la gama de tonalidades que es plasmada en las artesanías como las que se ofrecen en la tienda de la familia Tenorio que por cuatro generaciones han hecho de este oficio su estilo de vida usando herramientas de madera elaboradas a mano como los rebozos y las chalinas, negándose a el uso de máquinas industrializadas que impedirían impregnar su toque personal y eterno a cada prenda.
Juana María Tenorio, artesana de pequeña estatura que contrasta con su enorme talento anuda diminutos hilos que van formando grandes obras de arte dignas de las mejores exposiciones del mundo que visten únicamente a la mujer mexicana que representan el orgullo del feminismo de quienes lo portan.
“El rebozo se teje un telar de cintura, ponemos los diez carricitos en el cajoncito y tenemos una rueda que se llama devanadera con sus estaquitas arriba y abajo, y ahí le damos lo que es lo largo y lo ancho de lo que es el tamaño del rebozo”.
Las fiestas patrias tienen preparativos especiales, comienzan con pedidos anticipados que solicitan el verde, blanco y rojo del emblema nacional. Los precios van desde 800 pesos en los rebozos de algodón y llegan hasta cinco mil 500 en los de seda los cuales llevan un proceso especial ya que hasta doce personas están involucradas en su elaboración.
“Hacemos atole de masa para separar las capas las cantidades de seda, todo va por cuenta de seda o de artiseda y se dibuja. Antes de dibujarlo se pone en el bastidor y lo llena uno de atole de masa para que no se mueva el material para poder amarrarlo y poderle dar el dibujo”, explicó pacientemente Juana María Tenorio.
Una vez seco el material se retorna al bastidor para ser teñido, solamente se tiñe el jaspe lo que será la figura previamente amarrada para continuar en los telares donde la imaginación, la experiencia comienzan a tomar la forma única final.
Oficio de generaciones
Juana María recuerda como sus abuelas realizaban meticulosamente cada uno de los rebozos, su madre también estaba involucrada en los procesos ayudando en los diversos pasos. Ella aprendió de cada una la forma y el estilo tradicional con las herramientas básicas que no han cambiado desde el siglo XVI.
Actualmente su hija Maricela Ventura, continúa la tradición artesanal. Con ello son cuatro generaciones encargadas de preservar en la familia el oficio que ostentan orgullosas.
Para Maricela es un honor y un orgullo continuar con el oficio, se ha hecho experta en presentar los rebozos, es decir, según cada modelo -ya sea por su largo o ancho- los anuda creando diversas opciones para lucir las prendas explicándole a los turistas del todo el mundo como portar el rebozo mexicano.
Los rebozos de seda tienen una particularidad especial, la prueba más famosa es el pasar un anillo para demostrar la calidad de su material. Además, el anillo funciona como un accesorio de la prenda ya que permite diversos diseños.
La principal satisfacción es el orgullo que representa la calidad de su trabajo ya que es una prenda que luce en la mujer.
“Todo un orgullo presentarles lo que es el rebozo explicarles, entonces y es muy tradicional pues más que nada es un orgullo muy grande”.
Santa María del Río: cuna del rebozo
El municipio de Santa María del Rio cuenta con la certificación y la marca registrada como “La Cuna Mundial del Reboso” por la calidad y variedad de estas artesanías, se desconoce la fecha exacta de su fundación pero fue el Virrey Luis de Velazco quien le dio el nombre a este municipio que aún permanece.
En 1572, en su obra historia de las indias, el fraile dominico Diego Durán ya hace mención del rebozo, prenda mestiza por excelencia, que nació de la necesidad que tenían las mujeres mestizas de cubrirse para entrar a los templos. Inspirándose en las tocas que los frailes impusieron a las mujeres indígenas con tal motivo, así como en los mantos que las españolas, los tejedores aprovecharon el telar prehispánico para tejer rebozos de algodón y más tarde de seda y de lana. Las indígenas acostumbraban a hilar con uso o malacate las fibras que empleaban para tejer. Del mismo modo, trabajaban la seda y la lana sin abandonar el ixtle ni el algodón blanco ni el de color coyuebe, de origen prehispánico.