Jorge Fernando Canseco
Plano Informativo | 29/11/2007 |
Teóricamente
–sólo teóricamente– y a raíz de los últimos acontecimientos que dan cuenta de
la agudización de la inseguridad, podría decirse que tales son una especie de
reacción.
Y
es que, si bien los signos de violencia que desencadenaron la presencia aquí de
los agentes de seguridad pública federales se encuentran en los asesinatos de
dos funcionarios de seguridad, Guillermo Amado Camarena, Agente del Ministerio
Público asignado al combate al narcomenudeo y Jaime Gerardo Flores Escamilla,
director de la Policía Ministerial del Estado, así como el homicidio perpetrado
contra un soldado del Ejército Mexicano, en Ciudad Valles, lo que vino después
fue un recrudecimiento de la violencia y una agudización, en consecuencia, del
clima de inseguridad que se está haciendo presente en todo el estado.
Hay
quienes aseguran que así están respondiendo los delincuentes, organizados o no,
a la presencia policiaca federal; pero hay otros ciudadanos que consideran que
resulta muy extraño que los delincuentes estén retando de esta manera a la
fuerza pública, por lo que creen que más bien esta violencia y creciente clima
de inseguridad es inherente a la presencia de la corporación policíaca, sin
descuidar la posibilidad de que esta se encuentre infiltrada.
Recuerdan
cómo cuando esta fuerza de apoyo ha sido requerida en otros estados, lejos de
amainar la violencia, crece; lejos de disuadirse el crimen, se persuade.
Y
es que estamos observando cosas que muchas generaciones no conocieron, pero que
se ofrecieron en el pasado, especialmente en las décadas del 60 y hasta
mediados de los 80. Hacía mucho, muchísimo tiempo que los potosinos sólo nos
enterábamos de los atentados con artefactos explosivos a través de los medios
de comunicación, porque esto ocurría en otras entidades federativas. Ahora ha
ocurrido aquí.
Durante
mucho tiempo no conocimos del asesinato en el centro histórico de un ciudadano,
como lo fue el caso de David Narváez Torres; que no conocíamos de la violación
y muerte de una menor de edad al interior de un colegio particular; que no
sabíamos del asesinato de funcionarios judiciales.
Los
potosinos que habíamos dejado atrás el temor a los secuestros que ya están
reapareciendo.
Que
no teníamos conocimiento de asesinatos múltiples… Que desconocíamos la
incapacidad, tan marcada, tan profunda, tan evidente, de las corporaciones
policíacas locales en cuanto a la investigación criminalística; que no
conocíamos hasta qué grado se han desmantelado los laboratorios no conocíamos
(aunque sospechábamos) de la inutilidad de los peritos.
Quienes
hayan leído el Ensayo sobre la lucidez, del portugués José Saramago, estarán
pensando si el aparato de Estado no habrá echado mano de alguna estrategia
para, por alguna razón, atemorizar a la sociedad. No es, se los decimos, el
caso de México y, menos, mucho menos, el de San Luis Potosí. Pero,
lastimosamente no podemos, en este caso, exponer argumentos, ofrecer razones y,
menos, certidumbre, por lo que tenemos que recordar la advertencia inicial:
estamos aquí ante un ejercicio teórico.
Pero
recordamos un poco la historia de aquel procurador importado de Guanajuato,
sacado de una notaría pública, incrustado, seguramente en el gobierno potosino
por el ahora ex presidente Vicente Fox y sobre el que abogados litigantes,
legisladores, partidos políticos, ciudadanos y comunicadores estuvieron
apuntando a lo largo de cuatro años como un personaje al que le había quedado
grande, demasiado grande, la responsabilidad: Guillermo Salazar Trejo.
Es
probable que aquí encontremos algunas raíces, algo que nos ayude a comprender
esta distorsión de la seguridad que hoy, hoy, nos preocupa y alarma. Pero
claro, también hay que apuntar hacia ese ornamento político al que algunos
conocen como el C4 y que no ha servido para nada.
Como
no servirá para nada el armar a la policía municipal, ni a cincuenta, ni a cien
genízaros. Esta corporación de seguridad preventiva, debería estarse
especializando en inteligencia policiaca.