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Guillermina Bravo, semilla de danza contemporánea

EL UNIVERSAL | 02/09/2012 | 10:22

La coreógrafa, bailarina y maestra, Guillermina Bravo, inauguró una estética que definiría al movimiento de danza contemporánea en México, con su obra El paraíso de los ahogados, estrenada en el Palacio de Bellas Artes en octubre de 1960. 

Así lo estableció el periodista cultural Juan Hernández Islas, en el ensayo “El paraíso de los ahogados, pieza fundacional de lo universal y lo contemporáneo en la danza mexicana”, presentado en el marco del Simposio “Genealogías del Arte Contemporáneo en México. 1952-1967”, organizado por la UNAM, a través del Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC), y el Instituto de Investigaciones Estéticas. 

Durante el Simposio, llevado a cabo el 30 y 31 de agosto en el MUAC, con la coordinación de Rita Eder y Álvaro Vázquez Mantecón, que inició en julio de 2011 con un seminario de investigación en el que colaboraron alumnos del posgrado de Historia del Arte de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, Hernández expuso su investigación, que podría ser la primera que propone una hipótesis sobre cuál es el origen de la danza contemporánea en México. “Fue una obra que funcionó como un laboratorio en donde los creadores experimentaban con nuevos recursos para la construcción de un lenguaje escénico con aspiraciones universales. Fundó, en ese sentido, un modo de hacer danza que, con sus variantes naturales, prevalece hasta la actualidad en la llamada danza contemporánea mexicana”, dijo. 

El autor del libro Barro Rojo Arte Escénico. La izquierda en la danza contemporánea mexicana, resaltó que todos los que intervinieron en la realización de esa pieza (el músico Carlos Jiménez Mabarak y el artista plástico y coreógrafo Raúl Flores Canelo) estaban buscando un lenguaje, y experimentaron sin temor al ridículo y a la crítica. 

“En El paraíso de los ahogados prescindió de los decorados costumbristas, del vestuario reconocible en personajes de estereotipo nacionalista, de la música sinfónica de la tradición de Moncayo, y quitó de los telones el imaginario heredado por los muralistas Siqueiros, Rivera y Orozco. Renunció al universo estético validado y sólido nacionalista, y adoptó la experimentación para abrir una puerta al desarrollo del arte de la danza que, en su opinión, no podía seguir sumida en la ilustración literal de objetos y temas de la realidad en escena”, sostuvo. 

Durante la ponencia de Hernández, moderada por el antropólogo y crítico cultural Néstor García Canclini, el investigador reiteró que Guillermina Bravo escribió el vocabulario de la danza contemporánea mexicana, “quizá en un primer momento de manera poco consciente, pero impulsada por una necesidad de sobrepasar el tope que se habían impuesto dentro de la estética realista en el nacionalismo, que cada vez más olía a caduco”. 

Por su parte, Canclini advirtió que el ensayo de Hernández brinda materiales para ver los ritmos diferentes con que se posicionaba la escena mexicana en la discusión nacional y en el intento de internacionalizarse. 

Este simposio culminará con una muestra que se presentará en el MUAC en el segundo semestre de 2013 y con la publicación de un catálogo documental con textos de diversos especialistas.