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Tenores se encuentran en el exilio cultural

EL UNIVERSAL | 22/07/2012 | 08:35

Hace unas semanas el tenor mexicano Héctor Sandoval cantaba en Sevilla la ópera Madama Butterfly cuando su agente le llamó para preguntarle si estaría dispuesto a cantar en la Ópera de Zúrich El baile de las máscaras, de Verdi, bajo la dirección de Nello Santi, uno de los veteranos directores más prestigiosos de Europa. Aceptó, su vuelo saldría en 90 minutos y ya lo esperaban en el teatro. Aprendió la producción en dos horas y ofreció la función. 

Sandoval, que estudió en el Conservatorio Nacional de Música en México, bajo la supervisión del maestro Enrique Jaso, no sólo tuvo que realizar esa hazaña para debutar en Zúrich, uno de los teatros con gran tradición operística, sino también demostró que era capaz de hacer un papel de ese calibre y que podía resolver con destreza los conceptos de música del director. La crítica no fue unánime, hubo quien consideró que el cantante, “posiblemente latinoamericano”, había “patinado” durante la función; pero también se escribió que había cantado “maravilloso”. 

“En Europa y en casi todo el mundo existe una crítica dura y muy difícil de complacer. Aunque el maestro Santi dijo apenas a un diario de Zúrich que estaba muy contento refiriéndose a mí, por lo que hice vocal y escénicamente; algo que sin preparación y experiencia sería imposible realizar”, dice el mexicano vía correo electrónico desde Viena. 

En el mundo artístico se cree, con frecuencia, que el extranjero es símbolo de éxito, el desprendimiento de un país, que, como México, no ofrece mejores oportunidades en las disciplinas artísticas, y que los que han bebido de las mieles de la tierra prometida, no volverán jamás. En el arte no hay cabida para los absolutos. Ni todo el que trabaja fuera de México está “conquistando” el mundo, ni todos desean firmemente hacer sus vidas lejos de la tierra que los vio nacer. 

Desde finales del siglo XX, los tenores mexicanos han hecho “ruido” internacional, acaparando la atención de la prensa extranjera, de la industria, de las casas de ópera y de figuras como Plácido Domingo.

Francisco Araiza, Ramón Vargas como los tenores totémicos en los últimos años, y más recientemente Rolando Villazón. Los dos últimos cuentan con una amplia agenda en los teatros internacionales, con fechas pactadas hasta 2014, pero hay una nueva camada que suena cada vez más fuerte: Arturo Chacón- Cruz, Javier Camarena y David Lomelí. Son ellos, la “liga de élite”. 

Sin embargo, hay una larga lista de tenores que empujan a diario: Héctor Sandoval, Emilio Pons, Diego Torre, Luis Chapa, Óscar de la Torre, Jesús León, Mauricio Trejo , Rogelio Marín, Rafael Álvarez, Carlos Osuna, David Robinson, Juan del Bosco y muchos otros. 

EL UNIVERSAL conversó con algunos de ellos; varios coinciden en que si bien la experiencia internacional nutre la trayectoria, lo deseable sería tener trabajo en México, sueño que se antoja casi imposible, sobre todo porque la ópera es casi un lujo que pocos están dispuestos a producir y aún menos a consumir. Así, dicen son forzados a vivir en el “exilio cultural”. 

El escenario, sueño y pesadilla 

“Que estén en el extranjero nos haría suponer que están ‘conquistando el mundo’ como ellos mismos suelen decir, pero lo cierto es que no es así en todos los casos. Sólo un puñado son tenores a nivel internacional, muy pocos son requeridos por sus cualidades, aunque el resto también tenga trabajo, pero responden más bien a un fenómeno de migración, que no los hace malos, pero tampoco excelentes”, dice José Noé Mercado, crítico especializado en ópera y autor de la novela Backstage. 

Mercado, que está por publicar el libro La ópera que tenemos en México, asegura que hay cantantes que ofrecen 40 o 50 funciones en algún teatro europeo, donde a veces se les da trabajo como de principiantes, pero que aceptan para hacer un mejor currículum. 

“Muchos de ellos aceptan un repertorio que no corresponde a lo que deberían cantar, pero lo hacen porque quieren trabajo. En Europa los utilizan cinco o seis años, los hacen abordar un repertorio inadecuado, cantar más funciones de las recomendables, y regresan como ‘cartuchos quemados’, ya lo hemos visto varias veces”, sostiene. 

La mayoría sí nació en México, inició su formación en el país, pero ¿se les puede considerar tenores mexicanos? “El más famoso que hoy tenemos, Ramón Vargas, ha dicho que aquí tuvo varias crisis y mejor se fue a formar a Europa. Lo mismo podríamos decir de Arturo Chacón, David Lomelí, Javier Camarena, e incluso de Rolando Villazón, quien si bien tuvo una formación temprana en México, su crecimiento se ha dado fuera del país. Así, son mexicanos de nacimiento, pero extranjeros de formación”. 

Cita el caso Luis Chapa, quien no ha hecho carrera en México, no tiene reconocimiento institucional e incluso la gente que conoce el mundo de la ópera no lo ubica, cuando se trata de un cantante que está explorando un repertorio dramático y está demostrando su gran nivel. 

Chapa refiere: “Mi formación, mi sentido del humor, mi disciplina, mi continuo afán de superación, todos es mexicano. Mi identidad se la debo a la tierra donde nací, y es mi tarjeta de presentación. No soy político, soy artista, sé que cuento con el amor de mi tierra y estoy para servirla con mi granito de arena”. 

Mantener un vínculo con México no es sencillo. Emilio Pons, de 35 años, doctor en música, y lengua y literatura rusa, debutó en 2010 en Bellas Artes con Fidelio. “Fue mi debut y despedida, sigo abierto a una invitación; para mí fue una gozada cantar en el que ha sido uno de los teatros de referencia mundial”, dice vía telefónica desde Alemania. 

La carrera de Pons ha sido ascendente, ha trabajado en Ginebra, Austria, Copenhague e Israel. En San Petesburgo estuvo en el programa de jóvenes artistas del Teatro Mariinsky, es el primer cantante mexicano en esa institución. Y ha sido alumno de Francisco Araiza. 

“Me distingo mucho de mis colegas porque la mayoría canta el repertorio lírico del siglo XIX, se enfoca en el repertorio romántico. Mi voz es más ligera de diámetro y me concentró más en Mozart, en el siglo XVIII y el repertorio ruso. México no tiene ni los antecedentes culturales ni las instituciones educativas ni el nivel cultural para producir instrumentalistas de nivel internacional. No debería sorprendernos que tengamos que salir del país, nos han orillado al exilio cultural”. 

Los mexicanos son ciudadanos del mundo, pues es difícil que tengan un lugar de residencia. Chacón-Cruz vive en Boston, pero sólo habita ahí en el verano y unas cuantas semanas más en el año. Ramón Vargas ha declarado que no vive “en ningún lado”, aunque ha trabajado más de una década en Suiza, país que le negó la nacionalidad. 

Jesús León, quien próximamente debutará con Garsington Opera cantando “Don Ottavio” en Don Giovanni, y actuará en Scottish Opera como Alfredo en Traviata, opina desde Inglaterra: “Uno tiene que ir primero a audicionar y competir con miles de cantantes. Lo más difícil en mi caso ha sido poner una base en un lugar estratégico donde las cosas suceden realmente y me permita viajar sin hacer tanto esfuerzo económico y físico”. 
Óscar de la Torre desde hace cuatro años radica en Alemania. Durante este periodo, en la profesionalización de su carrera, ha logrado cantar en 60 nuevos espacios y ha compartido escenario con figuras como Plácido Domingo, Edita Gruberova, Francisco Araiza y Kurt Rydl. 

Para él, la distancia familiar es un duro golpe. “Estuve separado de mi esposa y mi familia por un año cuando me vine a Europa, el apoyo de ellos ha sido crucial para mantener mi estabilidad emocional”. 

De la Torre añade que no ser europeo “dificulta que puedas establecerte, sobre todo por la documentación, aunque el ser un tenor mexicano crea mucha expectativa. Siempre decimos ‘como México no hay dos’, pero gracias a que salí de México sigo creciendo artística y personalmente”. 

Mauricio Trejo fue beneficiario de la Beca Estímulo Plácido Domingo, grabó el disco The American Tenors, radica en Nueva York y coincide en ver a la familia como el sostén emocional de un cantante, pero añade una complejidad más a la vida de un artista internacional: la competencia, en una zona del mundo donde sólo en un país puede haber cerca de mil funciones de ópera al año, como en Alemania.

“Canto donde me dejen cantar, siempre que sean papeles principales porque necesito adquirir experiencia. Como mexicano he notado que contratan más al americano, no sé si es un asunto de nacionalidades o de discriminación, pero así es”. 

“Conquistar el mundo” tiene un precio y los mexicanos están dispuestos a pagarlo, al margen de un país que no sólo los desconoce, sobre todo los obligó a abandonarlo. Pese a todo ello, coinciden, si en el canto internacional México empieza a convertirse en una referencia, ha sido gracias a ese pago que entre todos han solventado.