Miércoles 15 de Mayo de 2024 | San Luis Potosí, S.L.P.

Identifican material orgánico en cuchillos prehispánicos

El Universal | 03/05/2012 | 16:14

A través de un estudio sin precedentes, en colaboración con especialistas de la UNAM, la restauradora del INAH, Luisa Mainou, identificó células sanguíneas humanas mineralizadas de hace 2000 años, en la superficie de 31 cuchillos de obsidiana, usados para sacrificio; encontrados en la ciudad prehispánica de Cantona, Puebla.

De acuerdo a un comunicado del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), se agrega que algunos de estos artefactos también conservan fragmentos de tejidos musculares, tendones, piel y cabello, con lo que verifica, con pruebas de laboratorio, el sacrificio humano entre las culturas mesoamericanas, y abre nuevas posibilidades para solventar el desafío metodológico que implica estudiar esta antigua práctica religiosa.

La observación de las partes microscópicas del cuerpo humano que quedaron adheridas a los cuchillos de Cantona, fue posible luego de 20 años de investigación, trabajo en laboratorio y prácticas aplicadas en diversos materiales recolectados en otros sitios arqueológicos que también presentan restos de materia humana.

Luisa Mainou, restauradora del INAH, detalla en su informe que fue en 1992 cuando detectó por primera vez vestigios de sangre humana en un cuchillo de sacrificio, hallado por el arqueólogo Luis Morlet, en el sitio Zethé-Hidalgo.

Precisa que al revisar la pieza a través del microscopio electrónico de barrido descubrió elementos que por su apariencia, su forma y dimensiones, definitivamente se trataba de células sanguíneas, específicamente eritrocitos, y así comenzó su investigación.

Relata que poco a poco le fueron llegando más piezas al Laboratorio de Restauración de Material Orgánico, de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural del INAH. Había que conjuntar los resultados de varios casos para poder afirmar científicamente que en esas piezas cortantes se preservaron las pruebas irrefutables (tejidos orgánicos) de los sacrificios y autosacrificios.

Mainou recibió un conjunto de 31 cuchillos de obsidiana, encontrados por los arqueólogos: Yadira Martínez Calleja y Ángel García Cook, en el sitio prehispánico de Cantona, donde se realizaban importantes rituales y ceremonias religiosas, que incluían prácticas como la decapitación, mutilación y desmembramiento, como parte de la cosmovisión religiosa, según afirman estudios arqueológicos.

Agrega que está es “una ventana a otros mundos culturales, el umbral que puede conducir a la realidad biológica de tiempos antiguos”.
Como si se tratara de la piel de una persona a la que se le va hacer el diagnóstico de una enfermedad, cada cuchillo fue reconocido milímetro a milímetro por la experta del INAH, a través del lente del microscopio estereoscópico.

Con navajas de bisturí despegó una milimétrica cantidad de aquellas manchas y las fue colocando en guardas especiales para preparar las muestras que analizaría en un microscopio más potente, llamado electrónico de barrido, que permite obtener los componentes químicos de esas “cascaritas” que quitó de los artefactos prehispánicos.

En los artefactos prehispánicos también se encontraron restos de tejido muscular, piel, pelo, colágena y fibrina. “Estos hallazgos confirman que los cuchillos se usaron para sacrificio”, dice Luisa Mainou.

Pero encontró algo más, en algunas piezas se halló mayor cantidad de eritrocitos, mientras que otras tienen más piel, y algunas presentan más número de fragmentos de tejido muscular o fibras de colágena o fibrina, “lo que hace suponer que la forma de la herramienta cortante determinaba el uso que se le daba”.

Los especialistas consideran que el estudio del sacrificio humano, a partir de materiales y contextos arqueológicos, implica un desafío metodológico, analítico e interpretativo, debido a la diversidad de formas y circunstancias en que ocurrieron éstos, y que fueron descritos en crónicas de evangelizadores, códices, cerámica, pintura y escultura.

Los estudios se han realizado con el microscopio electrónico de barrido del INAH, y con el apoyo de Gerardo Villa, titular de la Facultad de Medicina de la UNAM, así como en el Departamento de Biología Celular, donde se ha tenido la colaboración por 20 años de la doctora Silvia Antuna Bizarro, especialista en células y tejidos, quien ha validado las observaciones. Otros análisis se efectuaron en el Instituto de Ciencias del Mar y Limnología, con la colaboración de la bióloga Yolanda Hornelas Orozco.