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Edificio Ipiña, una historia de oro

Paulina Bárcenas
Plano Informativo | 08/06/2011 |

Un edificio único en su tipo en México debido la planeación de vivienda y comercio tan avanzado para su época resulto ser el edificio Ipiña, construcción que hoy en día asombra a propios y extraños por su arquitectura y composición. Enclavado en el centro histórico de la capital potosina a lo largo de su historia ha sido escenario de interesantes capítulos en  la vida del país.

Por ejemplo, es por pocos conocido que albergó en sus departamentos al general Matías Ramos y su grupo cercano de gente, que llegó a utilizar el inmueble como fortaleza en los años de la Revolución. Durante su esplendor el edificio Ipiña fue sede de la estación de radio  XECZ, el Cine Imperator, la escuela musical Cipriana Medina del profesor Flavio F. Carlos, el consultorio del doctor Arturo Martí, la Academia Comercial Moderna, la compañía anónima Aguas del Potosí  y el Consulado Americano.

Su planeación

De acuerdo a planos recopilados por Jesús Victotiano Villar Rubio, autor del libro El centro histórico de la ciudad de San Luis Potosí y la obra del ingeniero Octaviano Cabrera, el plan era construir el inmueble en toda la manzana sobre una superficie total de 110 x 55 metros.

El proyecto incluía que toda la parte que da a las calles fuera destinada a comercios, con lo que se pueden contar veinte locales con bodega y baño. Hacía el centro se dibujaron algunos servicios de los departamentos de la planta alta como el cuarto de criados, bodegas, patios y baños. Además de la construcción de ocho oficinas.

En cuanto a la composición de los departamentos, estos cuentan con sala de asistencia, sala, comedor, cocina, estudio, cuatro o cinco habitaciones, cuarto de baño, despensa y los dos que dan hacía la plaza de Fundadores terraza. Además de contar también con acceso a la azotea y los lavaderos. Los patios son los encargados de iluminar las habitaciones centrales.

De acuerdo al texto de Villar Rubio las recamaras principales y la sala tienen vista hacia las terrazas o la calle.

Dichos planos establecen también la construcción de dos pasajes que pasan sobre lo ancho de la construcción y dan hacía las calles de Carranza y Álvaro Obregón. Estos pasajes fueron bautizados como Isabel la Católica y Cristóbal Colón.

Por aquí existe el ingreso  a algunas de las oficinas en la planta baja, además da el acceso a dos de los departamentos de la planta superior, aquí están las puertas a algunos servicios de baño y los departamentos de la planta baja.

Además existen dos pequeños pasajes que comunican al Cristóbal Colón con el Isabel la Católica y que se encuentran en la construcción que hoy en día existe entre los dos estacionamientos que hay en el terreno de cara a la calle de Obregón.

De todo lo planeado por el ingeniero Cabrera, sólo el 70 por ciento aproximadamente se logró construir.

La investigación de Villar Rubio menciona que el acabado de los interiores está hecho en aplanado de mezcla revestido con yeso y pintura a la cal. En cuanto a los pisos estos son de cantera para patios y escaleras; los pisos de salas y cuartos están terminados en duela de pino.

Los herrajes exteriores son de fierro forjado en las ventanas y de fierro fundido en los pasajes.

Más de su historia

Entre los proyectos que tenía don Encarnación Ipiña- quien encomendó la construcción del inmueble a su yerno-  era que todos los edificios que formaban parte de la calle que hoy se conoce como Carranza en su trayecto que va desde la Plaza Fundadores y hasta su cruce con la avenida Reforma, tuvieran la misma fachada para lograr una autentica evocación de la rue Rivoli. Sin embargo, no logró convencer de su idea al resto de los propietarios de las siguientes cuadras, con lo cual el diseño únicamente fue plasmado en una manzana.

Una parte del terreno en el que hoy se encuentra el afamado edificio perteneció antes al matrimonio Barroeta Corvalá, y antes de esto ahí mismo se había situado la tenería “Maltos”, lo que le dio nombre a la avenida hasta que se le cambió en 1910 a Centenario de la Independencia para posteriormente llamarle Venustiano Carranza.

La fracción de este terreno fue adquirido por el padre del señor Encarnación, don Pantaleón Ipiña quien lo cedió para el proyecto de ingeniería de su hijo. Don Encarnación poco a poco fue comprando terrenos adjuntos con la intención de adueñarse de la manzana, sin embargo dos fragmentos no le fueron vendidos y en ellos hoy en día se encuentran  estacionamientos a pesar de que en los planos del inmueble se contemplaron estos espacios para la construcción.

Además de esta razón, el inmueble no fue concluido ante el estallido de la Revolución Mexicana y el paso de esta batalla por tierras potosinas. Aunque desde que el edificio quedó terminado a como hoy lo conocemos en 1913 y fue habitado por sus dueños, al siguiente año los Ipiña y el ingeniero Octaviano Cabrera con su familia huyeron del estado debido a la violencia revolucionaria.

Cabrera se refugió en la ciudad de México y emprendió algunos negocios. En 1914 recibe una carta del administrador del edificio en el que le informa que tres de los departamentos –  el de sus suegros, su cuñado y el suyo- fueron invadidos por Matías Ramos y su gente y utilizados como cuartel.

Cuenta la historia que cuando Cabrera regresó con su familia al estado potosino en 1917, tuvo que comprar absolutamente todos los muebles necesarios para habitar el su departamento debido a que los revolucionarios no dejaron ni las alfombras.