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Sólo por corrupción llegaría radiactividad a México

Paulina Bárcenas
Plano Informativo | 09/04/2011 |

Los mexicanos deben estar más preocupados de que se repita un suceso de corrupción que permita la llegada de alimentos con radiación al país, que por el hecho de que sea la propia naturaleza la que acarree estas partículas a través del al aire o  el mar, las cuales en todo caso no provocarían efectos dañinos al  ser humano; así lo señaló el investigador en altas energías del Instituto de Física de la UASLP, Jürgen Engelfried.

En entrevista, el especialista indicó que tras el accidente de la planta nuclear de Fukushima, Japón  se ha desatado un miedo colectivo en muchos países -incluyendo México- ante la amenaza de que el polvo radioactivo pueda alcanzarlos y provocar daños.

Sin embargo, señaló que esto no es más que un miedo infundado, debido a que a pesar de la magnitud del suceso, el resto de los países no corren riesgos pues en caso de que este polvo llegue, será en extremo débil y prácticamente no causará daños.

Calificó como mucho más peligroso que se trafique o comercialice con los alimentos que pudieran estar contaminados, como sucedió en 1987 cuando México adquirió toneladas de leche con radiación que fueron distribuidas a la población.

“Debemos de entender que la distancia entre México y Japón es enorme, entonces cuando el agua que hoy está cerca de la plana nuclear llegue a playas mexicanas habrán pasado meses, los elementos químicos van perdiendo densidad con el tiempo entonces no se corren riesgos,  hay más riesgo de que suceda lo que pasó tras el incidente de Chernobyl” dijo.

En este sentido indicó que los humanos estamos expuestos a la radiación natural desde tiempos muy remotos y no nos ha sucedido nada. Incluso mencionó que ni siquiera la exposición a rayos X causan daños severos.

Ante esta situación que ha generado el accidente nuclear –que no rebasó en dimensiones ni grado de afectación al de Ucrania en 1986-  explicó que la gente que estuvo en contacto directo con el problema (trabajadores de la planta) probablemente no duren más de dos meses con vida; ya que se desprenden núcleos radioactivos cuyos componentes se adhieren al organismo y causan daños irreversibles.

Para quienes habitaban en un radio de 30 kilómetros de la planta, es probable que presenten casos de cáncer de diversos tipos con efectos graves a 20 años. Para el resto de la gente el único peligro es consumir alimentos contaminados, que en cantidades constantes pueden desarrollar cáncer de tiroides o leucemia.

Finalmente el investigador de origen alemán pidió honestidad a las autoridades y paciencia a la población, pues no hay ningún riesgo que correr.

El caso Conasupo

Tras el accidente de la planta nuclear de Chernobyl, Ucrania en abril de 1986; una nube de polvo radioactivo cubrió buena parte de Europa  durante meses, lo que contaminó diversos alimentos. Algunos países optaron por prohibir la comercialización  de estos y la gran mayoría de las  empresas almacenaron todos estos productos.

Sin embargo, a principios de 1987 la firma irlandesa Irish Dairy Borrad le vendió cerca de 45 mil toneladas de leche en polvo al gobierno mexicano mediante la paraestatal Conasupo.

Esta leche poseía un alto contenido en estroncio 90 y cesio 137 en cantidades 10 veces superiores a lo tolerable por el organismo humano. Cuando el asunto fue ventilado, algunas asociaciones incluyendo la Organización Mundial de la Salud se pronunciaron en contra de la distribución de la leche radioactiva.

En primera instancia, el gobierno federal encabezado en aquel entonces por Miguel de la Madrid Hurtado negó haber adquirido leche contaminada, ante lo inevitable al poco tiempo admitió la situación minimizando los hechos y señalando que solo 42 de las 45 mil toneladas estaban contaminadas.

Tras la presión por parte de diversas instancias de la salud, el gobierno mexicano devolvió a Irlanda  sólo 4 mil toneladas de esta leche, a ciencia cierta no se sabe que ocurrió con el resto.

Raúl Salinas de Gortari era en esas fechas el director de Liconsa, organismo que presumiblemente se encargó de vender una parte de la leche en polvo como materia prima para algunas empresas y de repartir el resto a las familias mexicanas.