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Elba Esther

Jorge Fernando Canseco
Plano Informativo | 10/07/2007 |

 

 

Cuando el profesor Carlos Jonguitud Barrios ordenó a su amigo y brazo derecho, J. Refugio Araujo: “¡Cuco, tráeme a la güera esa!”.

Elba Esther Gordillo, una joven maestra que arengaba a sus compañeros; que los animaba para quitarse el yugo del liderazgo autoritario, no imaginó cuál sería su futuro.

 

Prácticamente el todopoderoso dirigente de la Vanguardia Revolucionaria, el que tomó a punta de pistola las instalaciones de la Secretaría de Educación Pública en la ciudad de México, la había elegido como, por decirlo de alguna manera, “la flor más bella del ejido”.

 

Carlos Jonguitud la toma a su cargo. La cuida, la protege, no sin antes tratar de cambiarla ideológicamente, porque su discurso, el discurso de Elba Esther se asemejaba mucho al de la izquierda en aquel entonces.

 

Pronto se hablaría de una pareja de liderazgo: Jonguitud-Gordillo; juntos Carlos y Elba Esther aterrorizaron al magisterio, especialmente al magisterio disidente (de donde, aparentemente, surgiría la propia Gordillo Morales.

 

La maestra chiapaneca se mantuvo largamente a la sombra del profesor Jonguitud, estuvo al frente de la vanguardia revolucionaria y, desde las sombras empezó a tejer una red de relaciones y el poder formal se convirtió en poder real, tanto que el propio profesor Jonguitud la señaló, a ella, a Elba Esther Gordillo Morales, como la autora intelectual del asesinato del profesor Misael Núñez Acosta, en el Estado de México.

 

Ella, naturalmente, lo ha negado una y otra y otra vez. Pero ¿De veras podemos esperar que la profesora Gordillo, en plenitud de poder, reconozca algo así? ¿Dijo Jonguitud la verdad? Puede ser, puede que no.

 

Resultó esta “Güera” una escaladora incansable. Observó cómo el culto al poder que se le ofreció a Carlos Jonguitud fue una de las herramientas de control más poderosas utilizadas por el potosino (hay quienes niegan que el profesor haya nacido en San Luis Potosí, pero ese es otro asunto) y se propuso aprender.

 

Comenzó a experimentar, a aprovechar de la mejor manera los espacios que, incluso por descuido, le iba ofreciendo el líder magisterial.

 

Buscó sindicalistas moldeables, manipulables, como Rafael Ochoa Guzmán, quien ha destacado como su títere a lo largo de las últimas dos décadas, tras la caída de Jonguitud, aquel que fue designado “líder moral”, dirigente vitalicio, no del SNTE, sino de la Vanguardia Revolucionaria, un fuerte brazo político del magisterio y, al mismo tiempo, un grupo de choque.

 

¿Tuvo Elba Esther Gordillo qué ver en la caída de Jonguitud? ¿Se valió Gordillo de Carlos Salinas de Gortari para golpear dura, severamente a dos de las organizaciones y liderazgos más duros de México: el SNTE encabezado por el potosino; y el Sindicato Petrolero de Joaquín Hernández Galicia? Es muy seguro.

 

Para escalar en la política y para fortalecerse económicamente, la profesora Gordillo ha dejado tras de sí una larga, larguísima historia de traiciones, y entre las últimas destaca la de Roberto Madrazo Pintado. Elba Esther decidió unir fuerzas con la pareja formada por Vicente Fox y Marta Sahagún. De allí se desprendió la idea de un partido sui géneris: Nueva Alianza, integrado por maestros, pero por maestros que durante sexenios habían operado electoralmente a favor del PRI.

 

Llegaron las recompensas, los pagos de favores: se entregó a la profesora Gordillo un nuevo sindicato de burócratas, escindido de la FSTE; se puso a su yerno al frente de la subsecretaría de Educación Pública; se le entregó la dirección nacional del ISSSTE, se le permitió asentarse como presidenta del CEN del SNTE y, más recientemente, el caprichoso título de presidenta vitalicia y, naturalmente hasta se vio favorecida con la desaparición del expediente Misael Núñez Acosta.