HAY MUCHAS COSAS, TAMBIÉN reflexiones, en la última noche del año. Queremos recordar las primeras horas de vida de un 2025 que se esfuma entre las campanadas. Volver a reír con las anécdotas compartidas en la familia, con los amigos, los compañeros del trabajo, entre las voces de la calle que caminamos.
ADMIRAMOS ENTRE PESTAÑEOS rápidos, los diferentes climas y fenómenos meteorológicos que nos estremecieron la piel, en más de una forma. El de hoy, es uno gélido, con un tenue azul. Mañana, le damos la bienvenida a otra tonalidad.
LA LISTA DE PROPÓSITOS QUE NOS hacemos es inmensa. En apenas doce segundos, tratamos de resumir los hitos que buscamos para el año que viene. Ahí, en la expresión más humana. Dejar de fumar. Levantarse más temprano. Perder el miedo. Soñar más. Ser pacientes. Mirar al cielo. Cruzar las calles, las de la ciudad, las de otras ciudades, las de un país diferente.
VOLTEAMOS A MENUDO, EN EL último cuarto del reloj en la pared, a ver la prisa con que el segundero quiere alcanzar al minutero. Los relojes clavados en cualquier muro del hogar, tienen una magia peculiar. Como si solo en ellos, mirar la hora en ellos, no el de pulso, ni el del móvil, sino esos, le diera la verdadera validez a la transmutación de un año en otro.
LA NOCHE DEL NUEVO AÑO, ES una de exaltaciones. Pensamos que en febrero hicimos galletas para un cumpleaños. O que nos desvelamos para conocer a qué velocidad cae la luna en el éter lejano. Recordamos, a veces también con tristeza, alguna despedida definitiva en agosto. Sentimos como de ayer, la vorágine de noviembre en su rápida partida. En diciembre, ensayamos como los seres cambiantes que somos.
METAMORFOSIS. ALQUIMIA. Transmutación. Libertad. Son palabras que están en la inmensa noche del lenguaje. Las incorporamos de súbito a nosotros, cuando acompasamos el ritmo cardíaco, al de las manecillas solemnes que avanzan más pausadas al año 26 en el segundo milenio.
QUEREMOS SER NUEVOS COMO el año. Los errores nos hacen valiosos. Más nos hace los aprendizajes. Volvemos a creer. Pisamos los albores del siguiente ciclo de 365 días, abrazándonos a las experiencias vividas, las compartidas, y las descubiertas en la fragua del tiempo y de los sueños, las escondidas detrás de muchos velos invisibles. Pero ahí están.
EL NUEVO AÑO ATRAE COMO ALGO irresistible. Todos hablan del año, pero no de las nuevas semanas, los mimbres que sujetan el tiempo sobre el que nos deslizamos. Lo hacemos siempre. Las anhelaciones nunca van vacías. En lo más alto del reloj, en una perfecta vertical, las acompaña el próximo segundo.