La aprobación de la gestión del presidente Donald Trump ha experimentado una caída drástica desde el inicio de su segundo mandato, según una reciente encuesta de AP-NORC. La disminución en la aprobación, que ahora se encuentra en un 33%, en comparación con el 43% registrado en marzo, refleja un creciente descontento, especialmente dentro de su propio partido, los republicanos. Esta tendencia pone de manifiesto las tensiones internas dentro del Partido Republicano, así como las repercusiones de una serie de medidas polarizadoras implementadas por Trump.
La encuesta, realizada después de las victorias demócratas en las elecciones intermedias pero antes de las acciones del Congreso para intentar poner fin al prolongado cierre del gobierno, revela que solo el 68% de los republicanos aprueba la gestión de Trump, una caída significativa respecto al 81% que mostró la misma encuesta en marzo. Además, el apoyo entre los independientes ha descendido aún más, pasando del 38% al 25%.
Uno de los factores que ha agudizado este descontento es el cierre del gobierno, el más largo en la historia de Estados Unidos. Aunque Trump y su administración han intentado culpar a los demócratas por la parálisis en Washington, muchos estadounidenses consideran que ambos partidos comparten la responsabilidad por la crisis, que ha dejado a cientos de miles de trabajadores federales sin salario y ha puesto en peligro la asistencia alimentaria para los más vulnerables. Este desencuentro ha afectado de manera directa al manejo del gobierno por parte de Trump, generando críticas tanto de sus seguidores como de sus detractores.
El descontento dentro de su base republicana es particularmente significativo, pues estos han sido tradicionalmente sus principales aliados. Beverly Lucas, una educadora republicana jubilada de 78 años, expresó su frustración con el gobierno de Trump, al comparar su segundo mandato con "tener a un niño petulante en la Casa Blanca". Lucas lamentó el contraste entre la situación de miles de trabajadores afectados por el cierre y la celebración de Halloween en el club Mar-a-Lago de Trump, un evento que consideró "insensible".
La división también es evidente entre los votantes demócratas, quienes siguen rechazando rotundamente la gestión de Trump, con un 95% de desaprobación en la encuesta, un aumento respecto al 89% en marzo. Este panorama refuerza la creciente polarización en el país y la desaprobación generalizada hacia la administración Trump.
A pesar de la disminución en su aprobación, la calificación general de Trump como presidente se mantiene relativamente estable. El 36% de los estadounidenses aprueban su manejo de la presidencia, una cifra consistente con los datos obtenidos en octubre. Sin embargo, su desempeño en áreas clave como la inmigración y la economía no muestra signos de mejora significativa. La gestión de la atención médica, otro tema central durante el cierre del gobierno, sigue siendo un punto débil para la administración, con solo el 34% de aprobación, lo que refleja la falta de avances en un área que afecta directamente a millones de ciudadanos.
Por otro lado, algunos de los seguidores más fieles de Trump, como Susan McDuffie, una republicana de 74 años, siguen respaldando al presidente, culpando principalmente a los demócratas por la crisis. McDuffie, quien vive en Carson City, Nevada, expresó que "no entiende cómo los demócratas pueden preocuparse tan poco por la gente", y criticó el enfoque de los demócratas respecto a la atención médica.
En cuanto al cierre, la falta de consenso en torno a las responsabilidades de cada partido resalta la frustración generalizada entre los votantes. Nora Bailey, una moderada de Arkansas, expresó que la culpa debe repartirse entre los dos partidos, señalando la "terquedad" de ambos lados, lo que refleja una creciente desconfianza en la clase política estadounidense.
Aunque el cierre del gobierno podría mejorar la imagen de Trump si se resuelve favorablemente, las encuestas indican que la caída en su aprobación podría tener efectos más duraderos en su presidencia. Su desempeño en cuestiones económicas y migratorias ha visto una ligera disminución desde la primavera, lo que sugiere que la polarización política y la falta de soluciones concretas están erosionando su apoyo en temas fundamentales para los votantes.
En cuanto a las encuestas nacionales, los números siguen mostrando una imagen de aprobación estable pero baja para Trump. Según una encuesta de Emerson College, el índice de aprobación del presidente se mantiene en un 41%, mientras que su índice de desaprobación sigue siendo elevado, en un 50%. Estos números son coherentes con otros estudios de opinión que muestran que Trump no ha logrado remontar su índice de aprobación en temas cruciales como la economía y la gestión del costo de vida.
El deterioro de la imagen de Trump, sumado a la crisis del cierre gubernamental y las divisiones internas, pone en evidencia los desafíos que enfrenta en su segundo mandato. A pesar de contar con el apoyo de un sector importante de su base republicana, el panorama general indica que su capacidad para avanzar en sus políticas y mantener el apoyo popular será puesta a prueba en los próximos meses, especialmente con las elecciones intermedias en el horizonte.