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Fe y esperanza impulsaron a los peregrinos

Igual que hace 494 años, la mañana del 12 de diciembre amaneció distinta, se sentía un ambiente místico, florido, amoroso en la capital potosina. Desde las primeras horas, la Calzada de Guadalupe se transformó en un corredor vibrante donde la fe, el comercio y la alegría popular caminaron de la mano. Miles de potosinos acudieron al Santuario de Guadalupe para celebrar a la Virgen Morena, en una de las tradiciones más arraigadas y coloridas del estado.
El aroma a tamales, buñuelos y chocolate caliente se mezcló con los cantos de los peregrinos y el eco de las mañanitas que no dejaron de sonar. Los comerciantes colocaron sus puestos a lo largo de toda la calzada, formando un mosaico de sabores y colores que por momentos parecía una gran kermés comunitaria.
 
Historias de fe caminaron hasta el Santuario
La madrugada potosina estuvo repleta de pasos lentos, rezos quebrados y promesas que avanzaban sobre piedra. Desde el reloj de la Calzada de Guadalupe —a poco más de un kilómetro del Santuario— cientos de fieles recorrieron el trayecto como parte de sus mandas, compromisos espirituales que los devotos realizan para agradecer un milagro o pedir la fuerza para alcanzarlo.
 
Algunos avanzaron de rodillas, otros caminaron descalzos, muchos llevaron flores, imágenes o veladoras encendidas; todos compartieron el mismo propósito, llegar ante la Virgen de Guadalupe, la Madre que para los potosinos es milagrosa, la que cuida la salud, protege a los hijos y acompaña los dolores más profundos.
 
Cada 12 de diciembre, la Calzada se convierte en un río de historias vivas, madres que entregan sus rodillas por sus hijos, jóvenes que piden fuerza para resistir, familias que agradecen la vida misma.
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