A NUESTROS HIJOS LES PEDIMOS todo. Que saquen buenas calificaciones, que respeten, que no tomen nada ajeno. Si fallan, los regañamos sin dudar.
AL VECINO LE EXIGIMOS SILENCIO, orden y que respete nuestro estacionamiento. Basta un solo ruido para encendernos.
AL AMIGO LE PEDIMOS QUE siempre esté ahí. Si no llega cuando lo necesitamos, le reclamamos.
LE EXIGIMOS Y GRITONEAMOS AL Policía Vial de edad avanzada y hasta nos ponemos furiosos con él cuando no logra dar fluidez al tráfico a la hora de la salida en la escuela de nuestros hijos.
PERO AQUÍ VIENE LA PREGUNTA incómoda.
Si cada día trabajas más y tu economía aprieta, ¿por qué te muestras tan tolerante con los políticos que hacen mal uso del dinero que sale de tu bolsillo?
SI TE QUEJAS DE LO POCO QUE ganas, ¿por qué actúas como si no existieran los sueldos insultantes de senadores, diputados, mandatarios y presidentes municipales?
SI SIENTES QUE SE TE CORTA EL aire cuando un tránsito te detiene, ¿por qué te vuelves sumiso y casi suplicas que no te infraccione, aún cuando no cometiste ninguna falta?
PODRÍA SEGUIR CON MÁS ejemplos, pero el punto es claro: somos duros en lo particular y suaves en lo que es público y que realmente afecta nuestra vida.
CON NUESTROS HIJOS, CON LOS vecinos, con el policía vial. Pero frente a quienes deberían servirnos —mandatarios, senadores, diputados, alcaldes, servidores públicos— nos volvemos corderos. A veces por miedo. O por costumbre. O peor: por apatía.
Y ESA ACTITUD TIENE UN COSTO. Nos daña a todos. ¿Sabes a quién beneficia? A los políticos y servidores públicos corruptos, que viven gracias a nuestra indiferencia.
LA CORRUPCIÓN NO ES MAGIA negra. Es un acto racional, ilegal y ventajoso para quien lo comete o lo permite.
Y SÍ: NOSOTROS HEMOS AYUDADO a que ese monstruo crezca. Siempre hay excusas. “No tengo tiempo”. “A mí no me afecta”. “Esos temas no son lo mío”.
ASÍ SEGUIMOS ALIMENTANDO una bestia que nos roba cada día, pero como no sentimos la mordida directa, nos dejamos diluir entre millones.
YA ES DESGASTADO LEER O escuchar esa frasecita que dice: “Si quieres que el mundo cambie, cambia tú primero”, pero si tantas veces la hemos escuchado, entonces ¿por qué nos vale?
AQUÍ YA TE HE MENCIONADO algunos casos donde podemos empezar a actuar y a cambiar nuestro comportamiento débil ante el sistema corrupto.
EMPECEMOS A EXIGIR QUE SE haga buen uso de los recursos públicos, no solapemos al corrupto y tiene que indignarnos cualquier tipo de abusos.
ESTE ES EL COMIENZO PARA EL combate a la corrupción, para ir deteniendo la impunidad, cada uno de nosotros, cada día y en cada acto podemos aportar mucho, pero ejerciendo nuestro rol de “mandantes” y no de esclavos sumisos apáticos.
DEJEMOS DE SER HABITANTES pasivos. Seamos ciudadanos.
CUANDO CADA QUIEN CUMPLE SU parte, las cosas sí pueden cambiar.