'Bulevar de Ideas'
QUÉ HACE QUE UNA CIUDAD SE sienta habitable? No son, ciertamente, los pasos a desnivel ni los megaproyectos con nombre rimbombante.
LA PREGUNTA PARECE SACADA DE un foro internacional de urbanismo, pero en realidad es bastante casera: ¿cómo saber si una ciudad es habitable sin recurrir a tablas de posiciones con nombres en inglés e indicadores difusos?
LA RESPUESTA ES FÁCIL. PIENSA en tu día a día y date cuenta si salir de casa te da más ansiedad que gusto; si es así, algo anda mal, muy mal.
NOS HAN QUERIDO VENDER QUE la calidad de vida se mide en centros comerciales, desarrollos cerrados y puentes recién inaugurados con moño y todo. Pero la verdad se vive a nivel de calle, porque la ciudad habitable no es la que se ve bien desde el dron del video promocional, sino la que se puede caminar sin riesgo de caídas o torceduras.
HABLEMOS DE LAS BANQUETAS, esos espacios teóricamente pensados para peatones pero que en la práctica parecen diseñados por un enemigo de la movilidad humana.
BANQUETAS CON HOYOS, POSTES en medio, motos mal estacionadas, raíces que hacen topes, coches invadiendo, perros encadenados y el infaltable bordito traicionero que acecha agazapado y mimetizado con el entorno.
SI CAMINAR POR LA CIUDAD SE siente como participar en un rally de obstáculos, no es una ciudad: es un campo de entrenamiento.
TAMBIÉN ESTÁ EL TEMA DE LA sombra, porque una calle sin árboles es, en tiempos de calor, una trampa solar. El árbol dejó de ser un adorno urbano para convertirse en una necesidad fisiológica.
NO ES LO MISMO ESPERAR EL transporte urbano bajo una jacaranda que bajo el sol de mediodía con el asfalto derritiéndose debajo y las personas en medio.
¿QUÉ TAN HABITABLE PUEDE SER una ciudad donde cruzar la calle se parece a cruzar el desierto, sin pronóstico certero de llegar al otro lado?
OTRO FACTOR ES EL TIEMPO. NO el del clima, sino el de nuestra vida. Una ciudad que te quita tres horas al día en traslados no es ciudad, es castigo. Si ir al trabajo o a la escuela implica un éxodo con escalas en la resignación, entonces no estamos viviendo, estamos sobreviviendo.
¿Y QUÉ TAL EL RUIDO? UNA ciudad amable sabe cuándo bajar la voz. No se trata de convertirla en monasterio zen contemplativo, pero sí de permitir ciertos silencios que no estén llenos de amenazas auditivas, sobre todo en las horas que, según dicen los ancestros, se destinan al descanso nocturno.
LA SEGURIDAD NO SÓLO SE MIDE en patrullas visibles, se mide en confianza para caminar las calles sin hacer un mapa mental de riesgos, tener alumbrado que funcione y zonas oscuras que no den miedo. Eso también construye habitabilidad.
Y HAY MUCHOS FACTORES MÁS, pero cerremos con uno: el trato. Tus vecinos ¿Te saludan? ¿Te respetan? En los establecimientos comerciales ¿Te atienden sin hacerte sentir estorbo? Una ciudad que se vive con amabilidad es mucho más habitable que una llena de cemento brillante y mal humor.
Y ESO NO CUESTA MILLONES, ES barato: cuesta empatía.
@jchessal