Millones de personas en todo el mundo ayunan regularmente para perder peso (o por otros motivos), pero poco se comprendían las implicaciones biológicas de la restricción calórica prolongada. Poco a poco, la ciencia está descubriendo con detalle qué es lo que ocurre dentro del cuerpo humano cuando pasamos siete días sin ingerir ni una sola caloría. Una investigación, publicada en la revista Nature Metabolism, demostró que el cuerpo activa una transformación sistémica profunda a partir del tercer día de ayuno completo, con beneficios potenciales para la salud que van más allá de perder unos kilos.
Un equipo de científicos del Precision Healthcare University Research Institute (PHURI) en Queen Mary University of London, junto con el Norwegian School of Sports Sciences, reclutaron a 12 adultos sanos (cinco mujeres y siete hombres) para llevar a cabo un ayuno de siete días bebiendo solo agua durante ese tiempo pero todo el proceso llevado bajo supervisión médica estricta.
Durante este periodo, se analizaron diariamente más de 3.000 proteínas plasmáticas en la sangre de cada uno de los participantes. Esta metodología permitió observar, por primera vez, una respuesta multiorgánica coordinada del cuerpo humano al ayuno total.
¿Qué le sucede al cuerpo?
Contrariamente a lo que muchos podrían pensar, el cuerpo no pasa a estar en modo ayuno desde el primer día en el que no se ingieren alimentos, sino que el 'cambio de marcha' se produce el día número tres. Así es. Es a partir del tercer día cuando el cuerpo cambia su fuente de energía de la glucosa a las grasas, produciendo cetonas, reduce los niveles de leptina (hormona del apetito) y aumenta la sensibilidad a su receptor, activa procesos de limpieza celular como la autofagia y modifica más de 1.000 proteínas relacionadas con el metabolismo, la inflamación, la inmunidad y la estructura de tejidos.
De hecho, uno de los hallazgos más fascinantes del estudio fue el cambio en la proteína tenascina-R normalmente asociada al sistema nervioso; su alteración sugiere que el ayuno podría influir en la comunicación neuronal y en la estructura cerebral.
Proteínas e inmunidad
El estudio agrupó los cambios de proteínas en nueve patrones distintos. Algunos aumentaron de forma sostenida, otros disminuyeron bruscamente y algunos mostraron picos en días específicos, una circunstancia que permitió a los científicos rastrear cuándo y cómo el organismo va ajustando sus sistemas metabólicos, inmunitarios y estructurales en ausencia total de alimentos. Por ejemplo, se produjo una menor excreción de nitrógeno, indicando menor degradación muscular a medida que el cuerpo se adaptaba al ayuno, también una reducción de la proteína SWAP70, asociada con la artritis reumatoide o la disminución de HYOU1 (proteína 1 regulada por hipoxia), sustancia relacionada con enfermedades cardíacas.
En otro orden de cosas, los voluntarios perdieron en promedio 5,7 kg durante el ayuno, incluyendo masa grasa y masa magra. Sin embargo, tras reintroducir alimentos durante tres días, la masa muscular se recuperó casi por completo, mientras que la grasa se mantuvo baja. Según los expertos, esto parece indicar que el cuerpo, cuando ayuna de forma controlada, es capaz de preservar el músculo y enfocarse en la quema de grasa, una característica evolutiva clave para la supervivencia.
Sin embargo, no todo son beneficios. Los expertos advierten que un ayuno de siete días también entraña riesgos, como el de deshidratación (ya que el 20% del agua que consumimos proviene de los alimentos), hipotensión ortostática (mareo por bajada de presión al levantarse), pérdida de masa muscular si no se realiza el ayuno correctamente, síndrome de realimentación si se rompe el ayuno bruscamente y desequilibrios de electrolitos. Además, los expertos recuerdan que este tipo de práctica no está recomendada para personas con diabetes, trastornos alimenticios, enfermedades renales, mujeres embarazadas o en lactancia, niños o adolescentes.