¿A quién estás eligiendo cuando sientes una opresión en el pecho, todo tu cuerpo te avisa de alarma con una respiración más entrecortada, sientes vergüenza y una sensación de empequeñecerte, te das cuenta de que algo no va bien en el entorno, pero intelectualizas la situación y en vez de poner atención a la incómoda sensación, justificas palabras, actitudes, vibraciones y acciones que te desequilibran profundamente la psiquis, porque no quieres quedar mal con las personas o dudas de tu propia percepción y las reglas de educación, el protocolo, la disciplina o el deber ser están sobre ti y tú una y otra vez te sacrificas, por necesidad de pertenecer o por supervivencia? Al otro por supuesto. Piensas que si te escucharas cada vez que te sientes minimizado(a), indignado(a) o molesto con alguna injusticia o conducta inadecuada de alguien hacia a ti o de ciertas personas hacia otros, te quedarías solo(a), desamparado(a), no encontrarías nuevamente un empleo o serías excluido de tu círculo de amistades e incluso de la familia.
Entonces ¿A quién eliges? Siempre al otro, a los demás, al dogma. Pero a ti no. A ti no te estás eligiendo, cuando le dan los créditos a alguien más por el arduo trabajo que has estado realizando en tu empresa, durante meses y tu jefe(a) se estira el cuello recibiendo los aplausos. No te estás eligiendo cuando has denunciado verbalmente el acoso de alguien más hacia tu persona en alguna institución y los que fungen de autoridad no te escuchan, se voltean hacia otro lado o no te apoyan y tú te quedas. Eliges quedarte en un sitio que te drena, te irrespeta y te minimiza. No te estás eligiendo cuando eres el /la eterno(a) cuidador(a) de todos y todas y estás al pendiente de sus necesidades, sus deseos y los pones siempre antes que a ti, sacrificándote y pensando que de esa forma demuestras tu amor, pero en realidad te acercas a un burned out tarde o temprano del cual, puede venir algo más grave en el futuro. Porque dar y nunca recibir te separa definitivamente de los que amas, porque los dejas en deuda y te conviertes en una máscara no en un humano, porque solamente un personaje robótico puede vivir sin conexión y sin Alma. No te eliges cuando jamás te vulneras y enuncias tu dolor a tus amados, ni pides ayuda, porque tienes que ser siempre el o la fuerte, quien puede con todo, da constantemente, protege y de alguna manera compra el amor, aunque no se dé cuenta, como si recibir dependiera únicamente de haberse “ganado” el cariño.
Como si no fuera suficiente tu luminosa existencia para recibir cuidados, compañía, apoyo, comprensión y amor. No te eliges cuando te quedas callado(a) en conversaciones en las que no estás de acuerdo y guardas en lo profundo de tu Alma tu sentir y tu filosofía, cuando podría ser muy nutritivo para los que te rodean, recibir un punto de vista que les enriquezca. No te eliges cuando no te compras nada, porque siempre hay gastos “más importantes” cuando invertir en ti, es hacerlo en la fuente de energía y amor más valiosa de tu vida, tú mismo(a). No te eliges, cuando justificas a los demás por sus defectos de carácter en situaciones que te afectan a ti o a las personas a tu cargo, con tal de que no exista “conflicto”, creando en ti precisamente un conflicto interno que en algún momento va a explotar.
No te eliges cuando no te permites descansar, porque piensas que habrás de ganarte ese descanso después de rendir cuentas, hacer cosas, cumplirle a alguien o rendir tributo. No te eliges cuando te mal alimentas con chatarra, en vez de con nutrición conciente, cuando no haces ejercicio que te guste, cuando no escuchas tu interior, cuando piensas que los problemas emocionales se resuelven solos y no te atiendes. No te eliges cuando desatiendes a la voz de tu Alma, que te pide realización a través de lo que te apasiona hacer o crear y no te das tiempo para conectar con esa energía creativa, que seguramente te llevará por un camino mucho más significativo y saludable. Te eliges, cuando sanas esa inmensa herida infantil o transgeneracional, de precisamente no haber sido elegido(a), cuando alguno de tus progenitores miró con más amor, comprensión, favoritismo o simplemente con más afinidad a algunos de tus hermanos.
Te eliges cuando sanas el dolor que se guardó en las memorias corporales, de no haber sido elegido(a) por Mamá pues estaba deprimida, o por Papá que estaba ausente emocionalmente y a veces físicamente, trabajando duro para proveer. Tu psiquis interpretó, por lo tanto, que siempre hay algo o alguien primero que tú, que el amor elige a alguien más, que hay que hacer y hacer y hacer y ser perfecto(a) o bien enfermar para obtener atención. Sin embargo, hoy, puedes hacer un poder por elegirte en primer lugar, por cubrir tus necesidades, por mirarte, por ponerte a ti como prioridad. Te aseguro querido(a) amigo(a) que eso no te convierte en alguien egoísta, al contrario, te ayuda a dejar de serlo, porque te habías estado dejando de lado toda tu vida. Hoy, con tus manos en el corazón, puedes conectar con tu niño(a) interior y decirle: Tú, mi chiquito(a), eres lo primero, te veo y te elijo a ti, siempre. Te cuido, te amo y te abrazo como mi absoluta prioridad. Y yo deseo que en este nuevo sendero te lleguen en el camino formidables vivencias, porque cuando te eliges a ti mismo(a), el Universo entero te bendice.
Gracias por caminar juntos.
Tu terapeuta
Claudia Guadalupe Martínez Jasso.