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La nueva cara de la extorsión

Vértice.

Amigas y amigos de Plano Informativo, hoy hablaremos de la extorsión en México, y es que ha dejado de ser un delito aislado y discreto para convertirse en un fenómeno con impacto directo en la estabilidad económica y emocional de millones de familias. Lo que antes se reducía a llamadas desde un número desconocido ahora se manifiesta como una amenaza sofisticada que aprovecha redes sociales, bases de datos filtradas, herramientas de inteligencia artificial y un ecosistema criminal que opera sin necesidad de presencia física. Hoy, la violencia no solo se ejerce en las calles; se ha digitalizado.
 
Entre enero y septiembre de 2025, el sector productivo perdió más de veintiún mil millones de pesos a causa de la extorsión. Ese monto representa la cancelación de oportunidades productivas para el país, podría financiar infraestructura, apoyar a pequeñas y medianas empresas o traducirse en más de cien mil empleos formales al año, tomando como referencia el costo aproximado de un trabajador que percibe dos salarios mínimos. El crimen no solo afecta al empresario que paga una cuota o recibe amenazas; roba bienestar social, desarrollo económico y seguridad a miles de familias.
 
Durante años, gran parte de las extorsiones tuvieron origen en centros penitenciarios y aunque ese modelo persiste, ha sido desplazado por una modalidad aún más preocupante, la extorsión digital mediante inteligencia artificial. Hoy los delincuentes pueden clonar voces con pocos segundos de grabación, producir audios que simulan ser familiares pidiendo ayuda, crear videos alterados donde se involucra falsamente a una persona o suplantar perfiles en redes sociales para obtener información privada. La amenaza ya no necesita usar la intimidación física; usa el miedo emocional basado en evidencia falsa pero creíble.
 
La situación se agrava por el silencio social. La cifra negra sigue siendo altísima porque las víctimas temen denunciar o creen que no habrá respuesta efectiva. Esta desconfianza permite que los delincuentes repitan el esquema miles de veces sin enfrentar consecuencias. Y aunque existe una propuesta de legislación nacional para enfrentar este delito incluso sin denuncia, su eficacia dependerá del presupuesto y de la capacidad tecnológica del Estado, factores que todavía no alcanzan la velocidad con la que evoluciona el crimen digital.
 
La extorsión tecnológica convierte los datos personales en un arma. Fotografías compartidas públicamente, publicaciones aparentemente inocentes, listas de contactos, ubicaciones y mensajes privados terminan siendo materia prima para manipular, amenazar o difamar. Este modelo no solo busca dinero; busca quebrar psicológicamente a la víctima y aprovechar el miedo como mecanismo de control. La violencia ahora opera a través de contenido digital, pero sus efectos siguen siendo profundamente humanos.
 
Para enfrentar este reto no basta con sanciones más severas o con reformas legales. La verdadera solución debe comenzar en la prevención; es indispensable construir ciudadanía digital. Necesitamos campañas permanentes que enseñen a identificar engaños, audios falsificados, mensajes urgentes sospechosos, perfiles apócrifos y solicitudes de información personal disfrazadas de conversaciones cotidianas. Se requieren líneas de atención accesibles que acompañen a las víctimas, capacitación empresarial para resguardar bases de datos, programas escolares de ciberseguridad y educación comunitaria que explique qué hacer ante una extorsión sin poner en riesgo la integridad de nadie. La prevención es una política pública y debe asumirse como tal.
 
Educar es la herramienta más efectiva. Educar a niñas, niños y jóvenes para que reconozcan señales de alerta; educar a adultos mayores para evitar que sean blanco de llamadas engañosas; educar a empresas para proteger información sensible; educar a familias para evitar compartir datos que puedan ser utilizados en su contra. La tecnología seguirá evolucionando y los métodos criminales también, pero una sociedad preparada puede marcar la diferencia entre ser víctima y tener control.
 
Hoy la extorsión no toca la puerta; aparece con una voz familiar que en realidad no existe o con una imagen manipulada diseñada para provocar miedo. Frente a esta nueva realidad, la mejor defensa no es solo la fuerza del Estado, sino la fuerza del conocimiento. La prevención y la educación digital no son una alternativa; son la estrategia central para proteger nuestra economía, nuestra seguridad y nuestra tranquilidad cotidiana.
De corazón, gracias por su lectura.
 
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