¿Y si tu corazón tuviera 65 años, pero tu cerebro solo 42? ¿Y si tus pulmones envejecieran más rápido que tu metabolismo, sin que lo sepas? Por sorprendente que parezca, esa es la realidad: nuestros órganos y sistemas no envejecen al mismo ritmo. Y ahora, por primera vez, la ciencia ha desarrollado una prueba que lo puede medir con precisión a partir de una sola muestra de sangre.
Este avance representa una revolución en la forma en que entendemos el envejecimiento. No se trata pues de una cifra única, sino una especie de mosaico fisiológico con velocidades distintas. Y lo más importante es que este test nos ofrece una herramienta poderosa para anticiparnos a enfermedades, personalizar tratamientos y mejorar nuestra calidad de vida.
Hasta ahora, los científicos utilizaban relojes epigenéticos, basados en patrones de metilación del ADN, para estimar la edad biológica de una persona. Pero estos métodos no reflejan las diferencias entre órganos. La nueva herramienta, bautizada como Systems Age, va mucho más allá; combina datos clínicos, biomarcadores sanguíneos y aprendizaje automático para calcular la edad específica de 11 órganos y sistemas corporales, entre ellos el corazón, los pulmones, el hígado, los riñones, el cerebro o el sistema hormonal.
"Al proporcionar puntuaciones específicas para cada sistema, Systems Age puede determinar mejor qué afecciones relacionadas con la edad corren riesgo de padecer las personas", escribió Morgan Levine, uno de los autores del estudio recogido en la revista Nature Aging.
¿Cómo funciona el test?
Los investigadores analizaron datos de más de 15.000 personas, procedentes de estudios de referencia como el 'Health and Retirement Study' y el 'Framingham Heart Study'. Combinando toda esta información con miles de muestras de sangre, entrenaron modelos de inteligencia artificial para identificar patrones de metilación del ADN que reflejan el deterioro específico de cada sistema.
Una vez desarrollado, el test se aplicó a 8.125 personas adicionales. Los resultados fueron impresionantes: el puntaje de envejecimiento del corazón fue el mejor predictor de enfermedad cardiovascular que cualquier otra medida existente. Respecto a los datos del cerebro, secorrelacionó con el riesgo de deterioro cognitivo, y el del sistema músculo-esquelético, por ejemplo, anticipó problemas como artritis o pérdida de fuerza.
Envejecimiento desigual: los órganos no envejecen al mismo ritmo
Uno de los hallazgos más fascinantes del estudio fue que las personas con edades biológicas similares pueden tener perfiles de envejecimiento muy distintos. Por ejemplo, dos individuos de 60 años pueden tener un puntaje de sistema inmune de 45... o hasta de 75. Esto significa que enfermedades que antes parecían 'inesperadas', como que tenga lugar un infarto en una persona realmente joven o que aparezca demencia en alguien sin antecedentes, podrían explicarse por el envejecimiento acelerado de un sistema específico.
¿Qué aplicaciones puede tener esta investigación?
Muchas y muy interesantes. La implicación más directa es su uso clínico para la prevención personalizada. Si el análisis revela que tu sistema inmune está envejeciendo más rápido que el resto, tu médico te podría recomendar estrategias para fortalecerlo, desde vacunas específicas hasta cambios en el estilo de vida. Además, los investigadores creen que este test podría ser útil para medir el impacto de tratamientos antienvejecimiento, intervenciones nutricionales, terapias con fármacos o incluso programas de ejercicio personalizados.
¿Estamos ante una nueva era en la medicina del envejecimiento? Gracias a este nuevo enfoque, los expertos podrían detectar con antelación los riesgos asociados al envejecimiento cerebral, metabólico o inmunológico, y actuar antes de que se presenten los síntomas.
Mientras tanto, podemos frenar el envejecimiento de nuestros órganos practicando ejercicio regular, llevando una dieta rica en omega-3, contar con educación continua y estimulación cognitiva, dormir las horas adecuadas y alejarnos de conductas tóxicas como el consumo excesivo de alcohol, el tabaquismo, las dietas altas en ultraprocesados o el estrés crónico y la falta de descanso.