En ocasiones tenemos ojos para ver el dolor del cuerpo y si nos amamos y tenemos suficiente conciencia, entonces, atenderlo de inmediato, y si nos evadimos, dejar que pase el tiempo hasta que ya no soportamos dicha molestia y ya en sumo dolor acudir a pedir ayuda profesional. ¿Sucede así con el dolor emocional o el dolor de la mente, e incluso con el dolor energético? No. No es igual. Aún no. Porque no tenemos la conciencia, ni está normalizado amarnos a nosotros mismos en todos nuestros estadios del Ser. Entonces, si no acudimos a especialistas en cada área de nuestra existencia humana, para volver a la armonía y a la salud integral, comprendiendo que no está separado el cuerpo físico de las emociones, ni del cuerpo energético, por ende, tampoco de la mente y que es un todo animado por un Espíritu que también requiere de atención, nutrición y mirada, mucho menos seremos capaces de mirarlo en los otros.
Tenemos compasión y sentimos empatía hacia alguien que ha sido maltratado físicamente, que tiene una erupción en la piel, que sufre de un terrible dolor por alguna patología física grave, porque se ve, porque escuchamos la queja, el llanto, el enrojecimiento, la erupción, la disminución del peso, el desvanecimiento y como baja el volumen de su voz. Pero si alguien está sufriendo una depresión terrible, escucha frases como “ánimo”, “tienes muchas cosas por qué vivir.” “da gracias por lo que sí tienes” “hay gente que está peor que tú”, lo cual se sume a la persona en un abismo aún más grande. Si alguien tiene un grave estrés post-traumático complejo, esa tortura constante de haberse quedado en el evento que le sobrepasó, la violencia sufrida repetidamente, una y otra vez, sin ser comprendido(a), sin ser tratado(a), sin ser visto(a) y escucha: “deja el pasado atrás” ¿Por qué no te fuiste si te trataban mal?” “A esa persona le gusta que le traten mal” “Se aferra a su dolor” “Cambia de página” Y entonces ese ser es re victimizado una vez más, porque aparte de la lesión emocional y psíquica, ahora tiene que justificarse y no entender y mucho menos poder explicar lo que le está sucediendo en el cerebro, al igual que al deprimido o a la ansiosa.
Y la persona que tiene lagunas mentales, que está sufriendo cognitivamente y sus allegados se desesperan con sus despistes, con la repetición constante o con la desconexión, o peor aún le sumen aún más en una desesperación por no recordar o no poder concentrarse, como si estuviese haciéndolo a propósito. Y cuando el deber ser, ese monstruo gigante se apodera de la psiquis de alguien y la obsesividad entra por la puerta de su mente, para instalarse como un mal visitante y los pensamientos atormentadores resuenan en su mente día y noche y los miedos se apoderan de su vida entera y las personas de alrededor se burlan, le tachan de exagerado(a) o de excéntrico. ¿Qué acaso ese sufrimiento mental, emocional, energético y espiritual no merecen empatía y acompañamiento? ¿Qué acaso de verdad tenemos que pasar por el mismo sufrimiento para acompañar al otro o por lo menos no juzgarle o dejarle en la más profunda soledad cuando más necesita a los suyos? ¿De verdad hasta que no vivimos una situación tan dolorosa, es que estamos dispuestos a una escucha profunda hacia el otro? Cuando lo mental, lo emocional, lo energético, lo espiritual enferman, la persona vive un dolor invisible, uno que no es tomado en cuenta, uno del que no se habla, por ende, no se ofrece la ayuda, no se le da la importancia. Pensamos que ya pasará con el tiempo, que va a desaparecer sin compañía, sin investigarse, sin atenderse, sin comunidad, cuando en realidad es lo que más necesitamos cuando padecemos este dolor el en Alma.
¿Cuántas personas de tu familia han pasado en profunda soledad enfermedades mentales o emocionales? ¿Cuántos de ellos lo han vivido aparte con desprecio y prejuicios? Y es que mientras sigamos pensando que la salud mental no se tiene que promover con acciones y cuidados al igual que la del cuerpo físico que está claro que debe incluir una buena alimentación, buen sueño, ejercicio regular y en el mejor de los casos una buena atención a las emociones incluida, entonces estaremos descuidando a la psiquis que es la raíz en donde se gesta todo lo que termina en dolencias físicas en algún momento, más tarde o más temprano. Se condena al/la adicto(a), pero ¿A caso estamos dispuestos a sanar en familia? ¿Estamos disponibles para mirar las raíces y sanar como sistema familiar? ¿Estamos dispuestos a mirar, aceptar y a buscar emancipar a las víctimas y a dejar de voltearnos hacia otro lado con las violencias ejercidas en el seno de la familia? ¿Estamos listos para dejar de señalar al o la que sufre los síntomas del dolor invisible y acompañar con verdadera empatía a quien no puede en ese justo momento controlar su sistema nervioso, segregar ciertas sustancias cerebrales o que el sufrimiento tan profundo suyo o heredado le han provocado una desconexión? Tienes derecho a cuidar tu mente, tu centro emocional, tu energía y a tu bella Alma como el tesoro más valioso, porque lo es. Que tú y los tuyos sean bendecidos con la conciencia de la salud integral y una hermosa empatía, esa, la que viene de lo más alto del amor de la Fuente Divina, en todo momento y en todo lugar.
Gracias por caminar juntos.
Tu terapeuta.
Claudia Guadalupe Martínez Jasso.