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Nos buscan cuando ya es tarde, ¿Así será siempre?

Crónicas con labial

Otra vez un nombre de mujer que se apaga entre titulares y comunicados oficiales. Otra vez una familia que grita en medio del silencio institucional. En Aguascalientes, en México, pareciera que cada desaparición de una joven es una historia que se repite con distinta cara, distinto lugar, pero con el mismo desenlace: días después, el hallazgo de un cuerpo y una versión fría que intenta cerrar el caso sin respuestas.

Hace unos días, una joven reportada como desaparecida fue localizada sin vida en otro estado. Las autoridades informan, como siempre, que “se realizan las investigaciones correspondientes”. Pero mientras tanto, ¿qué pasa con las horas y los días que transcurren entre una denuncia y una búsqueda real? ¿Qué pasa con las madres que duermen con el teléfono en la mano esperando una llamada, con las amigas que pegan carteles y con las voces que se desgarran exigiendo justicia?

Parece que la respuesta institucional sigue siendo la misma: actuar cuando ya es tarde. Las familias se ven obligadas a salir a las calles, a marchar, a exigir lo que debería ser una reacción inmediata del Estado: la vida de sus hijas. Y aun así, ni los gritos, ni las veladoras, ni los rostros impresos en pancartas logran romper del todo la indiferencia.

La desaparición de una mujer no debería ser una estadística más, ni un expediente que se archiva cuando se encuentra el cuerpo. Duele escribirlo, pero muchas veces pareciera que para las autoridades el problema termina ahí. ¿Y nosotras? ¿Acaso tenemos que resignarnos a ser halladas muertas, a convertirnos en una nota más, en un “caso cerrado”?

Como sociedad, también nos toca mirar de frente este horror cotidiano. No podemos normalizar que una joven salga de casa y no regrese. No podemos dejar de exigir, de acompañar, de alzar la voz por todas las que faltan. Porque si nos callamos, si bajamos la mirada, estamos permitiendo que el silencio siga del lado de la impunidad.

No, no debería ser así. No deberíamos acostumbrarnos. Y sin embargo, aquí estamos, otra vez, preguntándonos con miedo y con rabia: ¿así será siempre?

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