Cada 16 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Alimentación, una fecha que nos invita a reflexionar sobre un hecho fundamental: alimentarnos no es sólo una necesidad biológica, sino también un acto cultural. A través de los alimentos expresamos quiénes somos, de dónde venimos y cómo nos relacionamos con nuestro entorno. En la mesa se cruzan la historia, la memoria y el territorio.
Este año, el llamado global gira en torno a la importancia de garantizar una alimentación suficiente, saludable y sostenible para todas las personas. De acuerdo con la Red de Bancos de Alimentos de México (BAMX), más de 40 millones de personas en el país enfrentan algún grado de inseguridad alimentaria, una cifra que revela la profundidad de los retos estructurales que persisten. No se trata sólo de producir más, sino de hacerlo mejor: de manera equitativa, diversa y respetuosa con el planeta.
En este sentido, las Guías Alimentarias Saludables y Sostenibles para la Población Mexicana 2025–2030, elaboradas por expertos en nutrición, salud y sustentabilidad, proponen una hoja de ruta hacia hábitos alimentarios más equilibrados. Recomiendan priorizar alimentos de origen vegetal, reducir los ultraprocesados y elegir productos locales y de temporada. Más allá de una lista de alimentos, estas guías reflejan una filosofía de vida: cuidar el cuerpo, valorar los recursos naturales y reconocer el trabajo de quienes cultivan, preparan y comparten nuestros alimentos.
Desde una mirada antropológica, la diversidad alimentaria es una expresión viva de la pluralidad cultural de México. Cada región, cada comunidad, cada familia guarda saberes y sabores que han pasado de generación en generación: los maíces nativos, las legumbres, los quelites, los métodos tradicionales de conservación o las celebraciones en torno a la comida. Esa diversidad además de alimentar, también construye identidad y fortalece los vínculos comunitarios.
Sin embargo, esta riqueza enfrenta amenazas. La globalización y la homogeneización de los sistemas alimentarios han reducido la variedad de lo que comemos, imponiendo modelos que priorizan la eficiencia sobre la diversidad. Recuperar los alimentos locales, valorar las prácticas tradicionales y fomentar la educación alimentaria son pasos fundamentales para preservar nuestro patrimonio y avanzar hacia una seguridad alimentaria con enfoque cultural.
A nivel individual, hay pequeñas acciones que pueden marcar una gran diferencia:
• Consume local y de temporada. Favorece la biodiversidad y apoya a los productores cercanos.
• Diversifica tu dieta. Incorpora leguminosas, frutas y verduras variadas; cada color aporta distintos nutrientes.
• Reduce el desperdicio. Planea tus compras y aprovecha al máximo los ingredientes.
• Cuida el agua y los recursos naturales. La sostenibilidad comienza en casa.
• Comparte saberes. Cocinar y comer juntos es una forma de fortalecer la comunidad y la memoria colectiva.
Celebrar el Día Mundial de la Alimentación no es sólo un recordatorio de los desafíos globales, sino también una invitación a reconectar con la diversidad que nos alimenta. En cada plato hay una historia que contar, una cultura que honrar y una oportunidad para construir un futuro más justo y sostenible.