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Desde el Lunar Azul: Entre descuidos, infiltrados y candidatos ciudadanos.

Buen martes, estimados lectores del Lunar Azul. Empezamos esta semana con dos sucesos trágicos que ensombrecieron el ánimo de Aguascalientes: el fallecimiento de dos jovencitas, casi niñas, hijas de esta tierra.

La primera murió por un absurdo entrenamiento de boxeo, en un gimnasio del sur de la ciudad. Ya se había advertido antes: los gimnasios donde se practica este deporte carecen de protocolos, supervisión médica y control institucional. Nadie se hace responsable. Hoy, como otras veces, las autoridades se pasan la bolita entre el Instituto del Deporte de Aguascalientes y el municipio capital. Y mientras tanto, nada cambia. Pasarán los días, se olvidará el tema, y el desorden seguirá.

El segundo caso nos golpeó aún más: el asesinato de una joven originaria de esta ciudad, hallada sin vida en Tequisquiapan, Querétaro

Nuestro más profundo pésame a ambas familias. Ojalá las autoridades, municipales y estatales, dejen la retórica de los comunicados y actúen con la eficacia que la gente espera. Que no sea necesaria otra tragedia para revisar lo que no funciona.

Por otro lado, el domingo causaron revuelo las declaraciones del obispo de Aguascalientes, quien, con tono pastoral pero punzante, señaló la inconsistencia de las autoridades: por un lado, mandan callar las campanas de las iglesias porque supuestamente molestan a los vecinos; y por el otro, son las mismas autoridades las que autorizan espectáculos en la Plaza de la Patria con ruido que impide escuchar misa en paz.

Más allá de que incomode que nos digan verdades, el obispo también tocó un tema que cala: la creciente sensación de inseguridad al caminar por la ciudad, especialmente de noche. No se trata de fe, sino de hechos. Ojalá el llamado no se quede —como suele pasar— en eso, en “un llamado a misa más”.

Y hablando de llamados, cada día suenan más las trompetas de quienes quieren “sacrificarse por el pueblo” y ser candidatos a la presidencia municipal de Aguascalientes. En el rancho grande —porque así nos tienen ya, entre charlotadas y egos desbordados— abundan los que se apuntan del lado de los panaderos, perdón, panistas.

Hasta el hijo del secretario de Finanzas dice estar dispuesto a “dar el paso” si el “pueblo bueno y sabio” así se lo pide. Qué generosidad. Pero parece que la ciudadanía está cada vez más harta de pan con lo mismo.

De hecho, en los círculos empresariales ya se mueven piezas. Algunos buscan levantar la mano para proponer un perfil ciudadano, fresco, con conocimiento de la seguridad pública y la gestión urbana. No sería mala idea. Entre quienes colaboran con el gobierno estatal en las mesas de seguridad, hay más de un empresario con carácter y visión que podría devolverle algo de orden a la capital.

Del otro lado del tablero, los guindas preparan su jugada. Dicen que ahora sí convencerán al rielero mayor, don Tacho Álvarez, para que se lance a la alcaldía de la mano de la senadora Nora Ruvalcaba o del vocero enamorado.

El problema es que Tacho ya ha tenido dos “ya merito”: promete ir “hasta donde tope”, pero al final se hace a un lado “por el bien del beisbol”. Tal vez esta vez no. Tal vez coincida con el senador —ese que se autoproclama “de la gente”— y que ambos decidan que ya es hora de aparecer en la boleta: uno por los azules, otro por los guindas. Sería, por lo menos, interesante.

Mientras tanto, los sindicatos también empiezan a alzar la voz. Ayer, Paco Araiza, líder de los trabajadores del Hospital Hidalgo, declaró que es necesaria la presencia de dirigentes sindicales en el Congreso del Estado, para que la agenda laboral sea realmente escuchada. Y razón no le falta.

Si algo necesita la política local es oxígeno: abrir espacios a nuevos actores, romper las camarillas y cofradías que tienen secuestrada la representación popular. Los partidos harían bien en mirar hacia los trabajadores, los empresarios y la sociedad civil antes que reciclar a los mismos apellidos de siempre.

Hasta aquí subió la roca.

Por: Sísifo

Columnista itinerante del Lunar Azul

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