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Guillermo Azanza: el hombre que movió los hilos de la imaginación

Vértice.

Amigas y amigos de Plano Informativo, hoy quiero dedicar este espacio a recordar a un hombre cuya vida fue una entrega total al arte, a la niñez y a la imaginación. Se trata de Guillermo Azanza Alatorre, creador de Las Marionetas de Azanza, quien partió recientemente dejando un legado entrañable en la historia cultural de San Luis Potosí.
 
Guillermo Azanza no fue sólo un titiritero. Fue un soñador, un artesano del alma que convirtió la madera, la tela y el hilo en personajes que hablaban al corazón. Sus títeres eran más que figuras animadas, eran maestros de valores, mensajeros de esperanza y cómplices de la infancia potosina durante décadas.
 
En cada función, Azanza lograba algo que pocas personas consiguen, conectar con la pureza de la niñez, con esa capacidad infinita de asombro que muchas veces perdemos al crecer. Su teatro no era espectáculo vacío, era una forma de educación emocional, de formación humana. Detrás de cada historia que contaba, había una lección de bondad, de respeto, de solidaridad.
 
Los títeres, en manos de artistas como él, tienen un poder profundo. Son una herramienta que permite a las niñas y los niños comprender el mundo, enfrentar sus miedos, reírse de sí mismos y aprender a distinguir el bien del mal. En una sociedad que a veces olvida el valor de la fantasía, el teatro de marionetas nos recuerda que imaginar es un acto de libertad y de esperanza.
 
Guillermo Azanza fue un embajador del arte hecho con el corazón, un hombre que, sin necesidad de reflectores, iluminó la vida de quienes tuvieron la fortuna de verlo actuar. Su partida deja un vacío en la cultura potosina, pero también una huella imborrable en la memoria de todos los que crecimos admirando su trabajo.
 
Por eso, más que despedirlo, debemos agradecerle. Agradecerle por cada sonrisa que provocó, por cada historia que nos enseñó que el bien siempre tiene un camino, y por recordarnos que la imaginación —cuando se cultiva— se convierte en una fuerza transformadora.
Descanse en paz, maestro Guillermo Azanza. 
 
Su legado seguirá vivo en cada niño que sueñe, en cada familia que ría frente a un escenario, y en cada corazón que crea que el arte puede cambiar el mundo.
De corazón, gracias por su lectura.
 
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