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El abrazo táctico del PRI

Tablero político

EL ENCUENTRO ENTRE ENRIQUE Galindo y la dirigencia del PRI en San Luis Potosí —esa foto de cortesía, ese apretón de manos y el anuncio de que se cancelará su proceso de expulsión— no fue una reconciliación emocional, sino una operación táctica. Un acuerdo con calendario, beneficiarios y costos bien calculados.
 
DETRÁS DEL GESTO AMABLE HAY un dictamen del Tribunal Electoral que obligó al PRI a revisar los procedimientos internos contra el alcalde capitalino.
 
ESA RESOLUCIÓN JURÍDICA reactivó sus derechos partidistas y, de paso, abrió la puerta para que la dirigencia estatal recompusiera la relación bajo la guía del Comité Ejecutivo Nacional.
 
LA POLÍTICA HIZO EL RESTO, convertir una obligación legal en una narrativa de unidad.
 
SARA ROCHA Y ENRIQUE GALINDO “no son grandes colegas”, pero ahora tienen “buena relación”. Esa frase es una joya del lenguaje político, suficiente para normalizar la vuelta del alcalde al redil sin fingir afecto, y útil para blindar a ambas partes de futuras deslealtades. Es, en esencia, una cláusula de conveniencia mutua.
 
¿A QUIÉN CONVIENE?
 
AL PRI NACIONAL, QUE NECESITA mostrar cohesión rumbo a 2027; al PRI potosino, que busca no desaparecer del mapa local; y a Galindo, que recupera estatus y evita el estigma de la expulsión.
 
PERO, COMO CASI SIEMPRE, LO importante no está en la foto, sino en lo que no se dice, ¿Qué se negoció para llegar a este punto? ¿Qué espacios, recursos o posiciones se intercambiaron? Cuando los acuerdos políticos se sellan en privado, la transparencia suele ser la primera víctima.
 
HOY, EL PRI SE MUEVE MÁS POR reflejos de supervivencia que por convicciones. En San Luis Potosí eso se nota, entre pugnas internas, resoluciones judiciales y “reencuentros” públicos, el tricolor parece más ocupado en administrar daños que en construir liderazgos. Es un partido que sobrevive de tácticas, no de proyectos.
 
EN ESE TABLERO, CADA ACTOR cuida su juego. Sara Rocha marca distancia para mantener autoridad sin romper con el alcalde; Galindo se muestra diplomático, evita confrontar y gana legitimidad.
 
AMBOS SE NECESITAN, AUNQUE ninguno confíe plenamente en el otro. Es una tregua política, no una alianza ideológica.
 
Y DETRÁS DE TODO, ASOMA LA sombra del centro, Alito Moreno, siempre presente, siempre interviniendo.
 
QUE EL COMITÉ NACIONAL HAYA sugerido la reconciliación no sorprende, el PRI sigue gobernándose desde arriba, priorizando la utilidad electoral sobre los procesos internos o la congruencia partidista.
 
COMO SOCIEDAD, LO MÍNIMO que deberíamos exigir es transparencia. Si hay acuerdos sobre recursos, cargos o apoyos, deben explicarse. También responsabilidad, que las decisiones no se tomen sólo en función de los liderazgos, sino de los ciudadanos a quienes dicen representar. Y memoria, no olvidar cómo se construyen las fotos, ni quién gana con ellas.
 
EL PRI NO ESTÁ MUERTO, PERO sufre una transformación donde la marca histórica vale menos que la capacidad de sobrevivir.
 
HOY, EN SAN LUIS, SU estrategia, adaptarse a la realidad. Lo preocupante no es la reconciliación, sino que el costo político se pague con opacidad.
 
PORQUE LOS ABRAZOS POLÍTICOS pueden ser legítimos. Lo que no debe serlo es el amor por conveniencia que esconde acuerdos que nadie explica. La democracia exige transparencia, no tácticas de supervivencia.
 

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