San Luis Potosí, SLP.- En pleno corazón de la capital potosina, los drenajes están pagando el precio del desorden urbano, la falta de cultura ambiental y la omisión de responsabilidades. Los residuos orgánicos que se arrojan desde los mercados y establecimientos de comida se han convertido en una bomba silenciosa que, con la llegada de las lluvias, estalla en forma de taponamientos, colapsos y socavones.
El director del Interapas, Jorge Daniel Hernández Delgadillo, advirtió que los desechos provenientes de los comercios de alimentos están generando severos daños en la red sanitaria, sobre todo en las zonas del Centro Histórico, donde la acumulación de grasa y restos orgánicos en las cañerías ya ha derivado en afectaciones estructurales bajo el pavimento.
“En lugares como el Mercado República tenemos que acudir casi cada semana a desazolvar las líneas, y lo que encontramos es principalmente grasa solidificada. Al vaciarse es líquida, pero cuando se enfría se convierte en una masa que bloquea completamente el paso del agua”, señaló el funcionario.
El problema no termina en las cañerías. Cuando un tramo del drenaje se tapa, el agua se acumula, rompe los conductos y se filtra al subsuelo, generando hundimientos que con el tiempo se transforman en socavones. Estos daños no solo comprometen la infraestructura urbana, sino que representan un riesgo para automovilistas, peatones y viviendas cercanas.
A esta problemática se suma otro factor, la basura tirada en calles y banquetas, que con las lluvias termina en las alcantarillas. Esa combinación de residuos sólidos, grasas y agua de tormenta convierte a la red de drenaje en un sistema colapsado, incapaz de responder ante los temporales.
La ciudad, en consecuencia, se inunda. Calles convertidas en ríos, vialidades cerradas, daños a viviendas y pérdidas económicas se vuelven escenas recurrentes. Todo por una cadena de descuido que empieza en el mal manejo de los residuos y termina bajo el asfalto.
¿Qué hacer ante el colapso?
Expertos en gestión ambiental coinciden en que la solución pasa por una estrategia integral. Por un lado, campañas de educación ambiental dirigidas a comerciantes y ciudadanía que fomenten la separación y correcta disposición de los desechos. Por otro lado, la implementación de sanciones más severas para quienes arrojen grasa o residuos orgánicos al drenaje.
Además, se requiere fortalecer la infraestructura con trampas de grasa obligatorias en los negocios de comida, sistemas de captación de agua pluvial y mantenimiento preventivo constante en los puntos críticos.
Mientras no se tomen medidas estructurales, San Luis Potosí seguirá enfrentando el mismo ciclo, basura, lluvia, colapso e inundación. Y cada temporada de lluvias, la ciudad vuelve a recordar —bajo el agua— lo que se olvida cuando el cielo está despejado.