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EL BRAINROT DE LA POLÍTICA

La política, desde siempre, ha tenido algo de brainrot. No es necesario entrar a TikTok para encontrar la repetición sin sentido, la banalidad elevada a espectáculo o la narrativa vacía sostenida por un slogan. Basta con abrir cualquier archivo de discursos presidenciales, de campañas o de sesiones legislativas. Ahí está el loop infinito, la voz en off de un Subway Surfers mal jugado que no termina nunca.

Los nuevos profetas del vacío -tiktokers que repiten durante horas frases como “una rosa… maracas…” hasta arrancar monetización de la nada- no son tan distintos de los viejos políticos que construyen plataformas enteras sobre fórmulas retóricas repetidas hasta el cansancio. El algoritmo y la clase política comparten una misma pulsión. Mantener al espectador atrapado en el scroll infinito, anestesiado, incapaz de mirar fuera de la pantalla.

Algún letrado ya nos habló sobre la sociedad del espectáculo como un mundo donde la representación sustituye a la realidad. Hoy podríamos decir que habitamos una sociedad del brainrot, pues lo importante no es la idea, sino cuántas veces se repite. Umberto Eco lo intuyó en sus estudios de semiótica. El signo se multiplica, se vacía, y circula sin necesidad de contenido. Kafka lo llevó a la experiencia con ciudadanos que atraviesan un proceso eterno, donde no importa qué se discute, sino que se repita el procedimiento.

El político moderno es, en cierto sentido, un streamer de baja calidad: repite, improvisa, acumula vistas, y confía en que el algoritmo de la costumbre le mantenga su base de seguidores. Sus discursos no buscan persuadir, sino generar la ilusión de acompañamiento, como esas narraciones de Reddit escritas por inteligencia artificial que nadie verifica, pero que todos consumen con el ruido de fondo de un videojuego mal ejecutado.

La democracia, así, corre el riesgo de volverse un tralalá interminable. Un canto sin contenido, pero con melodía pegajosa. Y mientras seguimos atrapados en este scroll político, los verdaderos problemas permanecen fuera de cuadro, invisibles, esperando a que alguien interrumpa el loop.

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