Opinión
La salud no puede esperar a que pase el debate político. México necesita curar su sistema antes de que la enfermedad sea irreversible.
Hablar del sistema de salud en México es hablar de una de las estructuras más nobles, pero también más lastimadas del Estado. Desde la creación del IMSS en 1943 y el ISSSTE en 1959, la promesa fue clara: garantizar atención médica universal y gratuita. Décadas después, los números muestran un diagnóstico preocupante. El sistema público, fragmentado y saturado, ha perdido eficiencia, cobertura y confianza.
Hoy, más de 50 millones de mexicanos carecen de acceso efectivo a servicios de salud, según datos del INEGI y el extinto Coneval. Y aunque el presupuesto federal en la materia supera los 890 mil millones de pesos, el gasto de bolsillo en atención médica sigue siendo uno de los más altos de América Latina: en promedio, una familia mexicana destina hasta el 41% de sus ingresos mensuales cuando enfrenta una crisis médica. En San Luis Potosí, el gasto por enfermedad grave puede rebasar los 25 mil pesos mensuales, cifra inalcanzable para la mayoría.
¿Quién se beneficia?
Paradójicamente, mientras la llamada Cuarta Transformación ha hecho de la crítica al modelo neoliberal su bandera, las deficiencias del sistema público han beneficiado a los grandes corporativos privados. Hoy, las farmacias con consultorio atienden a más pacientes que muchos centros de salud estatales, y los grupos hospitalarios especializados reportan un crecimiento sostenido del 12% anual. Es una contradicción evidente: el discurso contra el capitalismo terminó fortaleciendo su mercado más sensible.
Ejemplos
En contraste, países como Chile y Colombia han impulsado reformas exitosas combinando inversión pública con eficiencia privada, priorizando la prevención y la digitalización de servicios. En Europa, modelos como el alemán y el sueco han demostrado que la descentralización acompañada de controles de calidad puede generar sistemas sólidos y sostenibles. México puede aprender de esas experiencias si deja de politizar la salud y empieza a verla como una política de Estado.
El dato jurídico:
El artículo 4° de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos establece que “toda persona tiene derecho a la protección de la salud”. Este derecho implica la obligación del Estado de garantizar acceso efectivo, atención de calidad y medicamentos suficientes. Sin embargo, los resultados muestran que ese mandato constitucional aún no se cumple plenamente. Urge una reingeniería institucional que simplifique estructuras, profesionalice al personal y garantice abasto y atención digna para todos.
Buen esfuerzo
San Luis Potosí puede ser ejemplo. El esfuerzo reciente por ampliar los servicios oncológicos y poner en marcha la Central de Mezclas para quimioterapias muestra que cuando hay voluntad y planeación, los resultados llegan. El personal médico potosino es de los más reconocidos del país, y su compromiso diario sostiene un sistema que sobrevive más por vocación que por estructura.
Replantear el sistema de salud no es un tema de partidos, sino de prioridades nacionales. Se trata de pasar del discurso al tratamiento, de las promesas al alivio real. México tiene los médicos, la experiencia y el conocimiento. Solo falta que el sistema deje de estar enfermo de burocracia y empiece a sanar desde dentro.
Para observar en la semana
La clase política mexicana y potosina ha dado ejemplo de altura institucional en los recientes informes de gobierno. En tiempos donde la polarización suele ser la regla, ver coincidencias y diálogo es una señal esperanzadora: el país necesita más acuerdos y menos trincheras.
Otro tema que dará de que hablar serán los trabajos que comienzan en torno a la Reforma Electoral, sin duda el sondeo con los grupos conocedores y sociedad en general construirán un debate en el que todos merecen ser oídos por el bien del sistema político mexicano.
¡Hasta pronto!